Autor: Willi Noack

Publicado: El Nuevo Día, 3.7.2002

(03/07/2002)

Reflexiones sobre la soberanía
Willi Noack*

La soberanía nacional “reside en el pueblo y se ejerce por medio de sus órganos constitucionales representativos” (Real Academia Española). La existencia en el mundo de muchos bloques económicos y militares ha sido posible gracias a que sus miembros, voluntariamente, renunciaron de manera parcial a su soberanía, por considerar más importante el logro de determinados fines sólo obtenibles como miembros del bloque que la insistencia en la soberanía.

Ejemplos sobran. Miembros de la UE se someten a las cláusulas de convergencia de Maastricht; en la OTAN se acepta un Estado Mayor conformado por los países; el Mercosur exige renunciar a intereses nacionales en favor de los comunes. En una mancomunidad de municipios autónomos se cede cierta autonomía para lograr fines comunes.

El verbo clave es “supeditar”. Puede, por un lado, significar dominar, sojuzgar o avasallar, pero también significa condicionar una cosa al cumplimiento de otra. Al solicitar un crédito privado a un banco, tengo que cumplir con muchos prerrequisitos; ello no pone en juego mi honor o autoestima. Soy libre de aceptar las condiciones y recibir el crédito –o no-. Si no quiero aceptar las condiciones, necesito ser económicamente independiente y poseer capital propio. En la medida que me encuentro en una situación vulnerable y débil, en fin, económicamente dependiente, tengo que aceptar las condiciones. Carlos Hugo Molina enfatizó recientemente esta interrelación (El Deber, 28.06.02).

Bolivia es débil, vulnerable, económicamente dependiente; el financiamiento de su presupuesto depende de la transferencia de otros países.

Argentina se encuentra actualmente en una posición de extrema dependencia.

En Brasil, el candidato del Partido de los Trabajadores cuenta con una preferencia electoral. Lula se vio obligado a afirmar, casi jurar, que “si gana, no modificará la actual política económica” (Clarín, 30.6.2002) y respetará las condiciones de los financiadores (alto superávit, baja inflación, pago de la deuda externa), pues “sin ese compromiso … será difícil el apoyo de la comunidad financiera internacional”.

Monterrey dejó claro que la ayuda financiera externa la recibirá aquél que cumple con las exigencias, Argentina, aparentemente, es el caso ejemplo. La fuerza normativa de los hechos obliga a tragarse sapos feos; el argumento de la “soberanía” causa sonrisas. Recuerdo que Elliott Abrahams puntualizó con chocante realismo y pragmatismo que los EE.UU. corregirían con unos cuantos miles de millones su imagen deteriorada por haber ayudado en 1982, ¡como miembro de la OEA!, a Inglaterra en la guerra de las Malvinas. ¡Según esta mentalidad, todo tiene un precio! Es “diplomacia” brutal y repudiable -pero es la realidad-. Esta “diplomacia” prolifera por la deplorable falta de un contrapeso mundial; el monopolista del poder pasa fácilmente los límites. Las eventuales protestas son tibias y en la mayoría de los casos permanecen sin efecto. El monopolista obedece a la lógica del más fuerte, lo que caracteriza al capitalismo salvaje vigente en la mayoría de los países del globo.

Es urgente que la comunidad internacional, por ejemplo organizaciones como ATTAC, logre combatir las perversidades de este orden mundial donde se imponen los poderosos con sus reglas de “libre mercado” (pero con subvenciones y protección del mercado doméstico), donde faltan controles del sistema financiero internacional y de la concentración inter e intranacional.

La soberanía del siglo XXI ha cambiado.
Este y otros artículos sobre el mismo tema en www.eforobolivia.org.
* Willi Noack es PhD. Consultor