Alegato contra el monopolio del poder — END — 24.9.2002

Alegato contra el monopolio del poder — END — 24.9.2002

Autor: Willi Noack

Publicado: El Nuevo Día, 24.9.2002
(24/09/2002)
Alegato contra el monopolio del poder
Willi Noack

Quién no aboga por políticas contra los comprobados cínicos violadores de los principios de la humanidad y quién no acepta el uso de la fuerza contra criminales, muchos de ellos con rasgos similares a un Hitler, Stalin, Pol Pot u otros asesinos y responsables de genocidios? En la sociedad no prevalecen problemas morales con respecto a la aplicación de la fuerza contra criminales, y se reconoce explícitamente sobre todo el derecho de la autodefensa, aceptando, bajo condiciones restrictivas, la medida autodefensiva preventiva.

El problema no es Saddam Hussein, sino la hegemonía norteamericana.

El problema se presenta en el imperialismo norteamericano.

El problema consiste en el monopolio del poder.

Monopolio significa “ejercicio exclusivo de una actividad, con el dominio o influencia consiguientes” (RAE). Imperialismo significa “actitud y doctrina de un Estado… de extender el dominio de un país sobre otro u otros por medio de la fuerza o por influjos económicos y políticos abusivos” (RAE). El monopolista persigue sus intereses, sus convenciones y convicciones, sus beneficios y no le importan los demás pues éstos no tienen fuerza para impedirle ser egoísta. ¿Ejemplos? ¡Sobran! El monopolista, EE.UU., tiene el poder de mundializar sus conceptos; en materia de política económica se trata del capitalismo salvaje desenfrenado (que mucha gente llama “neoliberalismo” y otros “globalización”). El monopolista tiene la fuerza de imponer su moda, sus gustos, sus productos, su estilo de vida (“american way of life”), su materialismo, su “ética”, su “moral”, su definición de “democracia”, su interpretación de “bueno” y de “malo”. De facto, el monopolista actúa como tal, imponiéndose con sus políticas imperialistas y hegemónicas. Lo nuevo es que la doctrina presentada días atrás por el presidente Bush lo reconfirma sin reparos diplomáticos: somos los monopolistas y no permitiremos que alguien (¿China, U.E.?) nos debilite. No aceptamos control o condicionamiento de nadie, ni siquiera de la ONU, y nosotros definimos unilateralmente quién es nuestro enemigo y lo domesticaremos, con o sin aliados. Único criterio: la conveniencia para los EE.UU. Drogas afectan a los EE.UU., los países productores son malos. Irak queda lejos, pero el Chapare está a la vuelta. Un poco de guerra sería bueno para la economía – ¡Qué cinismo!

Protestas contra semejante prepotencia son escasas y poco exitosas: el Papa protesta, Europa no habla univox, Argentina es humillada, ATTAC no es lo suficientemente potente, Alemania es difamada por ser ingrata, de Gaulle descansa en paz, Cardoso protesta contra el ALCA. En este panorama resulta demasiado ingenua la pregunta: ¿por qué nos odian?

Probablemente nos esperen duros años a todos mientras el monopolista siga explotando fríamente su poderío coyuntural y hasta que se conforme un contrapeso (“countervailing power”) lo suficientemente importante como para volver a un equilibrio en el cual los intereses de todos los países se encuentren en un precario equilibrio que posibilite la convivencia pacífica de la comunidad internacional.

Indudablemente se corre el riesgo de que las emociones dominen el raciocinio: no se trata de movilizar un antiamericanismo populista, sino de constituir un movimiento contra el ejercicio desenfrenado de un monopolio del poder, coyunturalmente ostentado por los EE.UU., que no asume la responsabilidad por el conjunto.

fecha: 2002-09-25 15:03:57
autor: Willi Noack

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