La subcultura de la amistad — EL DEBER EXTRA — 7.9.2003

La subcultura de la amistad — EL DEBER EXTRA — 7.9.2003

Autor: Willi Noack

Publicado: http://www.el-deber.net/extra/1142/extra_colabora1b.html
Santa Cruz – Bolivia, Septiembre de 2003

Colaborador : Willi Noack

La subcultura de la amistad

El subdesarrollo y su origen

Las comunidades de intereses nacen por diversos motivos, mientras que la amistad pura nace por afecto sincero

Este artículo tiene su origen en el panel sobre “El modo de ser boliviano” y las acertadas reflexiones de Roberto Barbery, quien advirtió, durante la presentación del nuevo libro “Contrapelo” de Juan Carlos Urenda, que criticar es riesgoso y exige coraje. Yo voy por ese camino.
La tesis es la siguiente: en Bolivia la “cultura de la amistad” es co-responsable del subdesarrollo. Suena descabelllado pensar que la amistad tenga un lado dañino, pero se trata de una causa de fondo y de cómo funciona la sociedad. El Diccionario de la Real Academia Española define la amistad como el “afecto personal, puro y desinteresado, ordinariamente recíproco, que nace y se fortalece con el trato.” Y en efecto, las relaciones interpersonales bolivianas se caracterizan por un gran afecto y mucho calor humano. Para muchos extranjeros, llegar a estas tierras tan cálidas provoca una gran fuerza seductora. No me excluyo.

El amigo es aquel con quien simpatizo, que expresa su fidelidad, alguien que nos resulta jovial, un buen compañero, excelente anfitrión y generoso; educado en el trato, que hace todo por fomentar la armonía y que evita lastimar al amigo (incluyendo huir de la sana crítica constructiva).

Hay ciertas leyes y rituales no escritos que regulan el trato entre amigos. No obedecer estas manifestaciones, es poner en riesgo la amistad. El amigo es el primero en recordar un aniversario, ofrecer atenciones, favores, invitaciones, realizar reconocimientos públicos, etc, etc. El abrazo fuerte es quizás el símbolo que mejor resume el afecto entre amigos. Paralelamente, existe otra cultura que también utiliza el nombre de “amistad” pero en realidad se trata de una “comunidad de intereses”. La diferencia consiste en la misión y no en el trato: la hermosa amistad descrita líneas arriba es “pura y desinteresada”, la otra es interesada. Ambos tienen un trato muy parecido, por lo tanto se tiende a confundir.
Las comunidades de intereses nacen por diversos motivos; mientras la amistad pura, nace por el afecto sincero y cuando la química lo favorece. Comunidades de intereses abarcan fraternidades, grupos de colegas de estudios, oriundos de un mismo lugar, clanes familiares, logias, partidos políticos y otras que son fáciles de identificar en el medio y que conforman el tejido social de los privilegiados. Todos se hacen llamar “amigos”.

Sin amigos no puedes lograr nada, ¡fracasas! Consecuentemente, debo tener amigos en todos los ambientes imaginables: en los gobiernos, la Policía, el Ejército, el mundo de los negocios, la Aduana, la Renta Interna, la universidad pública, en salud, en la justicia; en fin, por doquier. Estos “amigos míos” me van a brindar sus favores, me van a defender, me van a promocionar –se sabe que para eso son los amigos. Y todo esto no tiene nada de malo… ¡siempre y cuando no se violen leyes!

Cuando la amistad es más fuerte que la ley, se produce corrupción, el flagelo canceroso de la sociedad boliviana. Esta “cultura” de la amistad se convierte en una subcultura que se impone por encima de las leyes y que inhibe la eficiencia. El “amiguismo” se impone a la meritocracia porque así todos se cuidan las espaldas: “entre bueyes no hay cornadas”; “entre bomberos no nos pisamos la manguera”. Eso, como verán, nos pone en serias dificultades, cuando el país debería estar preparándose a base de competitividad para poder insertarse exitosamente en el mundo globalizado.

El capital humano es un factor estratégico para el desarrollo. Un ejecutivo orientado en lograr objetivos precisa manejar frecuentemente mano dura y exigir cumplimiento. ¿A los amigos???? Un mal funcionario que es amigo de mucha gente, se mantiene en el cargo sin obedecer. En estos ambientes no hay la competencia por la mejor idea, prevalece el arreglo entre amigos. El resultado es malas soluciones. Hasta disentir con la corriente de opinión mayoritaria puede derivar en una marginación (por lo tanto es preferible opinar respetando a los tabúes y repetir clichés y prejuicios colectivos). Así surge una mezcla dañina de relaciones sociales con el trabajo. Presidentes ególatras, “intelectuales” de pensamientos de ayer, magníficos rectores que no reforman, contrabandistas conocidos e identificados por el cuarto poder, evasores de impuestos; cada uno puede ser mi gran amigo a quien no se lo critica. Tiene lógica: ¿cómo voy a entrar en una controversia con mi pariente, cumpa de farras, con quien tengo que convivir pacíficamente? Mejor es hacer una abstracción de sus cualidades morales cuestionables y quedarme con lo que me conviene. Esta actitud de permisividad, de una tolerancia intolerable moralmente, representa el cultivo de un comportamiento colectivo que forma parte del subdesarrollo y son su origen.
El daño que causa este pervertido concepto noble de la amistad no es menos perjudicial que la corrupción; o mejor dicho, es una expresión y consecuencia de la corrupción. Miremos un ejemplo: El reclutamiento de funcionarios. En los países ricos, se trata de contratar al mejor. Cuando mucho, “la muñeca” sirve para conseguir el puesto, pero la permanencia en el cargo se gana a fuerza de rendimiento. La competencia entre funcionarios es dura. Un funcionario con mal “performance” pierde su empleo. Se critica abiertamente sin pelos en la lengua; se evalúa en base del grado de logro de objetivos establecidos. En cambio, en Bolivia muchas comunidades de intereses sirven de agencias de empleo (“trampolín”) que lanzan a los miembros del grupo (los “amigos”) a los escasos puestos de trabajo. Un “amigo” con fuerte respaldo en su grupo poderoso es generalmente impune; mejor si goza de la inmunidad parlamentaria. Ni su mal desempeño, ni las irregularidades cometidas, nada es capaz de amenazar su posición. Ni la incapacidad comprobada lo inhibe de llegar a cargos más altos. La única amenaza para uno de estos funcionarios es perder la “amistad” (respaldo) de su grupo. Una de las raras excepciones fue el veto a los narcotraficantes después del caso Huanchaca. Callando, el grupo protege y otorga. No se fiscaliza, no se critica. Ser un “opa” comprobado perjudica menos que no tener amigos por doquier.
Perder la amistad es sinónimo de fracaso. Pero, si pese a la solidaridad, en un caso craso alguien está obligado a retirarse, lo hace sin perder el botín, sin el temor a sanciones penales y además, con posibilidades de resucitar. Los pocos caídos en el abismo no han tenido, en su momento crucial, amistades de tipo “padrino”, pues si te atacan necesitas amigos que te protejan, en vista de que la justicia también es subordinada a las influencias de la amistad.

Facit: La cultura de la amistad es hermosa y envidiable en el plan social, pero dañina en su versión de subcultura de comunidades de intereses camuflada con atributos de “amistad”. ¿Existe un remedio? Ambas formas de amistad representan una cultura y una subcultura profundamente arraigadas. La subcultura será defendida por los privilegiados con uñas y dientes, sin darse cuenta de que los que no gozan de la red de amistades poderosas, y son la mayoría, van a exigir cambios fundamentales, y lograrlo algún día. Si la sociedad no tiene capacidad de evolucionar, será sujeto de procesos revolucionarios. Quizás estemos en plena transición, pero los “amigos” no se dan cuenta.

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fecha: 2003-09-09 00:32:16
autor: Willi Noack

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