Escribo esta nota el día miércoles, 1.12.2004, para ser publicada el 5.12.2004. El pueblo elige ese día a sus autoridades municipales. Lo que preocupa es la modalidad de esta elección. Tendremos gobiernos municipales que no van a funcionar de manera óptima.

¿Por qué? La CPE dispone, en su artículo 200, lo siguiente: “El alcalde será elegido por mayoría absoluta de votos válidos”… “Si ninguno de los candidatos a alcalde obtuviera la mayoría absoluta, el Concejo tomará a los dos que hubieran logrado el mayor número de sufragios válidos y entre ellos hará la elección por mayoría absoluta de votos válidos del total de miembros del Concejo, mediante votación oral y nominal.”

Como sabemos, esta disposición obliga a conformar alianzas entre los elegidos a concejales para obtener una mayoría y nombrar el ejecutivo, el alcalde. Allí la primera duda: ¿será que los aliados coinciden en sus programas o más bien en su anhelo por llegar al poder? ¿Buscan la mayoría necesaria en base de programas que se orientan en políticas en beneficio del conjunto de la población del municipio?

Los concejales que eligen al alcalde dejan de ser en muchos casos sus fiscalizadores, cuando larazón por haberle dado su voto reside en motivos personales o grupales, léase: compartir la torta del poder. El alcalde elegido conforma con ‘sus’ electores concejales un grupo, algunos dicen: una comparsa, pues recibir el voto significa tener que devolver a estos concejales favores, por ejemplo el derecho de ‘colocar’ una cierta cantidad de sus militantes. Pero, peor resulta otro daño: en muchos casos los seguidores del alcalde no van a fiscalizar ni a censurar a este alcalde, amigo de la mayoría de los concejales que lo eligieron. La minoría de los concejales sí fiscaliza ‘zapateando’, pero no logra efectos, por más que las pruebas sean contundentes. Sin fiscalización se abre la puerta para cualquier “error”, quiere decir acto delictivo según Ley Safco 1178 y otras leyes.

Como no hay fiscalización, la cual depende de la división inexistente de los poderes, ejecutivo y deliberante, se ha inventado el ‘control social’ y con esta medida se ha acallado la discusión urgente sobre la modalidad de la elección de las autoridades municipales. El Comité de Vigilancia ejerce teóricamente controles, y ni sus inventores pretenden que este control sea una fiscalización profesional, competente, exitosa.

Si un alcalde puede ser elegido por los concejales de su partido, o sea sin la necesidad de acordar una alianza, esta situación tampoco cambia, pues es difícil imaginarse que los propios correligionarios van a someter a ‘su’ alcalde a una rigurosa fiscalización.

¿Existen remedios?

La modalidad de elegir a nuestras autoridades representa el meollo de muchos problemas, resumidos con la palabra ‘corrupción’. No solamente las autoridades municipales elegimos ingenuamente esperando que se produzcan cambios, también las autoridades del nivel departamental y central son productos de modalidades negativas de elección contraproducentes. Lo que precisamos es elegir el ejecutivo por separado.

En el Diálogo Nacional II del año 2000 fue identificado esta gran debilidad de la democracia boliviana. El asunto debe aparecer en la agenda de los grandes temas, pues es importante y urgente.

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