Culpables no son los principios, sino su pésima implementación – Willi Noack – 8.4.2005

Culpables no son los principios, sino su pésima implementación

Willi Noack

Haré con esta nota un alegato “nadando contra la corriente”. Estoy plenamente convencido de que la discusión pública está atrapada en un molde que según mi convicción es equívoco. Me refiero a una polarización avanzada en el debate público entre “indígenas” por un lado y “no-indígenas” por el otro. Se ha logrado de manera creciente en los años pasados dominar la “agenda” (en el sentido de imponer temas a tratar) con este enfoque peligroso y equivocado. Pero es un fenómeno comprobado el hecho de que cuando se repite un concepto las veces suficientes se genera una noción quemucha gente toma por correcta cuando en realidad se trata de un concepto erróneo. Veamos:

Artículo 1° Bolivia, libre, independiente, soberana, multiétnica y pluricultural, constituida en República unitaria, adopta para su gobierno la forma democrática representativa, fundada en la unión y la solidaridad de todos los bolivianos.

Artículo 6°, I Todo ser humano tiene personalidad y capacidad jurídica, con arreglo a las leyes. Goza de los derechos, libertades y garantías reconocidos por esta Constitución, sin distinción de raza, sexo, idioma, religión, opinión política o de otra índole, origen, condición económica o social, u otra cualquiera.

Estos dos artículos representan el contenido de un programa para la práctica política. Describen una situación, lamentablemente en la actualidad (todavía) no lograda. Quizás es el resumen de una visión utópica que marca una meta digna a perseguir por toda la sociedad. El hecho –que la realidad de la vida cotidiana nos enseña- que este objetivo no fuese alcanzado (todavía) no significa -ni de lejos- que esta visión utópica no sirva y por lo tanto esté a disposición para ser cambiada. ¡Mucho menos! Cuando un noble concepto –pues lo que estipula la CPE es noble, sin duda alguna- no ha sido implementado y aplicado exitosamente, esta falla solamente comprueba que en políticas concretas se debe dar curso a la obligación de construir una sociedad que se aproxime cada vez más a la utopía constitucional. Utopía, pues es un objetivo tan ambicioso que en la vida real ninguna sociedad está en condiciones de cumplir totalmente: siempre quedarán saldos incumplidos. Debe ser el esfuerzo de todos minimizar estos saldos.

Del Artículo 6° es menester destacar que la CPE no permite una distinción basada en la raza, entre otras características que tienen las personas. ¿Será que mediante una nueva CPE que se pretende imponer en la Asamblea Constituyente se incluirá cambiar este noble concepto del Artículo 6°? Sería una violación de la convivencia pacífica en democracia, pues conlleva a la creación de conciudadanos de diferentes derechos. Las revoluciones de los años 50 tienen su eminente valor por haber terminado con la distinción que el Artículo 6° denomina. Bueno, en teoría, van a decir muchos, y lamentablemente tienen en gran medida toda la razón con esta observación. La sociedad boliviana tiene dos facetas, la teórica bonita y la otra real muy distante de la teoría.

Nuevamente y reiterándolo por la importancia: la culpa no la tiene la teoría noble sino la maniobra por evitar que el concepto noble se convierta en realidad. De lo que surge como tarea pendiente la necesidad de eliminar los obstáculos que impiden que entre en vigencia cotidiana el concepto noble. Muchos de estos obstáculos tienen su origen en la CPE vigente, por ejemplo la corrupción en la U pública por tener autonomía administrativa.

Es altamente preocupante ver y analizar que se pretenden cambiar los principios fundamentales de la democracia, cuando éstos no son los culpables sino la violación de los mismos. Hecha la ley, hecha la trampa. Si se constituye una sociedad con derechos constitucionales diferentes para distintos grupos, será imposible luchar para que la utopía sea algún día alcanzada de la mejor manera posible.

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(Este artículo de opinión será publicado en EL DEBER del 10.4.2005)
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El siguiente artículo de opinión utiliza los argumentos que observo :

Perspectiva rural
Cuota indígena en la Asamblea Constituyente

Ismael Guzmán Torrico*

La resistencia al proceso de Asamblea Constituyente pareciera estar cada vez más reducida a círculos menores y es encarada sólo de manera velada. De modo que la discusión actual de los grupos sociales con capacidad de opinión política está enfrascada en torno al sistema de elección de los asambleístas, en la perspectiva de hacer prevalecer cada quien los propios cálculos políticos sectoriales.

Anecdóticamente, en una sociedad con fuerte tradición de exclusión étnica como la nuestra, sobre lo único que actualmente pareciera haber consenso es en la cuota étnica: 26 representantes de manera directa para los pueblos indígenas en un país cuya composición demográfica precisamente establece un 62 por ciento de autoidentificación indígena. La figura de la cuota indígena y la cifra indicada coincidentemente están presentes en los proyectos de convocatoria a la Asamblea Constituyente más vigentes en las esferas parlamentarias.

Veintiséis plazas, de las cuales sólo diez corresponderían al vasto territorio de tierras bajas donde habita una cantidad de 36 pueblos indígenas, cada uno con sus particularidades específicas, su propia concepción de sociedad y con un fuerte apego a la primacía de los derechos colectivos como principio fundamental de cohesión étnica. En el fondo, de lo que se trata es que este sorprendente “consenso” por la cuota indígena y su proporción definida, tiene por única finalidad justificar con una medida de aparente participación, la efectiva e histórica exclusión étnica existente en el país. Los pueblos indígenas formarán parte de la Asamblea Constituyente de manera casi figurativa, expuestos a un mundo de probablemente doscientos asambleístas, donde la solidaridad y el pluralismo no son precisamente los valores que prevalecen.

La lógica de “mayorías y minorías”, propia de la sociedad globalizada, no es exactamente afín a la lógica de los “iguales” aún prevaleciente en el mundo indígena de tierras bajas. Las cuotas de representación para cualquier evento orgánico del movimiento indígena son determinadas en función del número de organizaciones y/o comunidades y no así en fría proporción al número de habitantes de cada pueblo o de cada comunidad. En realidad, la lógica indígena (y no se trata de establecer lo que es mejor o peor, sino de respetar los sistemas del diferente) no privilegia la representación en base a ecuaciones matemáticas, lo que intenta es que todos estén directamente representados, porque cada quien tiene una valoración, un reconocimiento y un respeto común y entre todos se busca el consenso general y no el predominio de la cifra superior.

De establecerse la cuota indígena en la cantidad manejada (26 asambleístas), tanto el argumento del análisis académico como el discurso político con miras a la publicitación de la Asamblea Constituyente, en adelante quizá enfatice el “carácter participativo” del proceso y probablemente así lo valore la opinión pública, pero que no hará otra cosa que ocultar el carácter casi simbólico de la presencia del sector indígena, que además en la realidad tendrá que jugar en una cancha poco conocida y bajo las reglas del principio de mayorías y minorías.
En este sentido, lo que al final del proceso de la Asamblea Constituyente obtendremos será una Carta Magna que reincida en la simple asignación de artículos islas, en los que se intente un tratamiento especial, pero al mismo tiempo puntual y consiguientemente parcial para los pueblos indígenas; deslegitimando de ese modo la aspiración de una nueva Constitución Política del Estado que correlacione en su integralidad los puntos de encuentros y consensos de lógicas distintas dentro del principio de inclusión, pero no de asimilación, correspondiente al contexto multiétnico y pluricultural del país.

De concretarse la cuota simbólica, el sector indígena, pese a poseer la paternidad del actual proceso de Asamblea Constituyente (se trata de una demanda planteada por el movimiento indígena a través de una marcha que llegó desde Santa Cruz hasta la ciudad de La Paz, en la que además participaron campesinos, colonizadores y otros sectores sociales rurales), al parecer repetirá una nueva experiencia de exclusión, puesto que se trata de una cuota realmente minúscula y peor aún si tomamos en cuenta que, especialmente los pueblos indígenas de tierras bajas, prácticamente no tienen opciones de sumar representantes adicionales a través del sistema circunscripcional diseñado en el país. Entonces, cuánto sería una cuota equitativa dentro la lógica de los “iguales”: la respuesta la deberán tener los pueblos indígenas a través de sus respectivas organizaciones y los legisladores debieran escucharlos directamente para buscar consensos al respecto.

* El autor es sociólogo de CIPCA Beni

fuente: http://166.114.28.115/hoy/opinion/opinion03.htm

fecha: 2005-05-24 15:50:32
autor: Willi Noack

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