Picardía tonta – Willi Noack – 20.4.2005

Picardía tonta

Willi Noack

La inversión extranjera directa –IED- es de fundamental importancia para

Bolivia, como todos sabemos, debido a la tasa de ahorro interno casi

inexistente.

La IED se arriesga a venir a Bolivia cuando el ROI representa una

atracción: el precio de la adquisición es bajo –“barato”-, la ganancia

neta alta, y el tiempo de recuperación del capital invertido es corto

en vista de la “n” cantidad de problemas ya existentes en el momento de

realizar la inversión, y otros más que tienden a aparecer cuando la

inversión ya está en marcha y cuando cancelar el cometido resulta caro.

¿Habrá un calculo criollo entre medio, del tipo: ya están aquí, no van a

querer perder su plata invertida, por lo tanto puedo conseguir mejores

condiciones?

El “caso” del algodón es patético; el Estado “ayudó” a los exportadores

de algodón a mejorar su ganancia mediante la prohibición de cumplir con su obligación de entregar el algodón vendido a futuro a un precio muy inferior al precio del momento de la entrega: se promulgó una Ley con este contenido, y los exportadores hicieron su agosto. Sucedió en los ’70 pero 25 años después un importador europeo de madera tropical me preguntó si Bolivia seguía con una mentalidad de hacer negocios sin respetar las reglas internacionales. ¡Un importador de madera todavía conocía dos décadas después la maniobra criolla de los exportadores de algodón!

¡Cómo será hoy la transparencia sobre el actuar del país, con tecnologías de información y comunicación avanzadas! La imagen-país, el ranking, el riesgo-país, la calidad de líderes, la estabilidad macro-económica – ¡todo conocido!

Recordemos, por favor: ¿quién estaba suficientemente loco para capitalizar hace diez años las empresas estatales que se encontraban en un deplorable estado, quién? Y si aparecieron unos cuantos (VASP, Cruz Blanca) no eran exactamente “blue chips”, es decir de los mejores postores. Y si unos jugadores globales, las “transnacionales”, se aventuraron, lo hicieron como cualquier hombre de negocio, ponderando la posibilidad de ganar mucho y en plazo corto en vista de n cantidad de trampas, riesgos, maniobras, boicoteos, paros y bloqueos y la eventual expropiación. ¿Todo olvidado?

El capitalista con ganas de invertir en Bolivia sabe perfectamente qué

aventuras le esperan, sabe que dos veces hubo “nacionalización” en el

rubro petróleo, sabe de la corrupción, conoce el caso del algodón, en

fin, SABE! Y por lo tanto suspende la inversión hasta que los riesgos

sean visibles y ponderables. Hoy, ya no es una cuestión de promulgar una

Ley de Hidrocarburos sino de ver un cielo despejado para seguir con la

aventura en el país: actualmente las IED están en QAP, en “stand-by”, en

veremos. Y eso, cuando en América latina se produce un boom de inversiones espectacular, y no solamente en Chile.

Esta mentalidad de tratar de conseguir un “retoque” de las condiciones

de un contrato es de doble filo. Tratados están hechos para ser

respetados; retoques siempre exigen un acuerdo en los dos partidos. Los

romanos establecieron el principio de que nuevas reglas entran en

vigencia siempre “ex nunc” (a partir de ahora) y no tienen consecuencias

“ex tunc” , es decir que no afectan viejos convenios. Tratados

internacionales son convenidos de buena fe, léase: con espíritu de

cumplimiento por un mutuo deseo de ganar, tienen frecuentemente una

cláusula que estipula la vigencia del contrato entero por más que una

disposición sea nula. Hay principios de “buena fe”, de respeto por “usos

y costumbres” que se respetan entre partes que quieren hacer buenos

negocios, de beneficio mutuo, durante mucho tiempo. El afán de retoques

no entra en este estilo de hacer negocios. Y nuestros exportadores

serios lo saben; quienes también lo deben saber pero que no tienen ánimo

de respetarlo son las minorías adoctrinadas que emborrachan a Juan

Pueblo con sus demagogias, por ejemplo sobre una soberanía que no existe.

La actual situación en torno al gas emite señales terribles: Bolivia no

respeta convenios, y se emplea hábilmente cualquier argumento legalista

para no tener que cumplir. Es posible que -tal como en el caso del

algodón- nuevamente se salga con la suya pero el daño será mucho más

alto: la reconfirmación de que actúa como una república bananera.

Nuestros empresarios no merecen que grupos minoritarios hagan este daño.

www.eforobolivia.org

www.riberalta-bolivia.com

(Artículo de opinión para EL DEBER del 24.4.2005)

fecha: 2005-06-02 14:47:45
autor: Willi Noack

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