Achacachi, ¿Por qué me has abandonado?

Caballero Pregunta

Julio César Caballero M.*

Podrá no tener la importancia  del triunfo de la oposición en la ciudad de La Paz o en la ciudad de Oruro, desde el punto de vista de la consolidación de una opción clara contra el MAS, pero si le diéramos el simbolismo que el gobierno en su momento concedió a este pueblo, podríamos estar frente a un hecho político digno de mejor análisis. El masismo perdió en Achacachi en la elección de su alcalde y con el ello abrió muchas puertas al debate.    Los Ponchos Rojos son originarios de esta población enclavada en pleno altiplano a 96 kilómetros de la capital paceña, que forma parte de la primera sección de la provincia Omasuyos, de no más de 15 mil habitantes, todos aymaras. Las primeras señales negativas al oficialismo se vieron en el mismo cierre de campaña cuando entre silbidos y bullicio rechazaron a las candidaturas impuestas a dedo.  El dato no pasaría de la anécdota si no fuera que el mismo gobierno, lo pusiera como ejemplo por ser un inexpugnable fortín revolucionario de donde son originarias las semillas guerrilleras del izquierdista Ejército Guerrillero Tupac Katari.  El presidente Morales, en su discurso del 23 de Enero de 2007, pidió a los Ponchos Rojos, “defender la unidad e integración territorial” contra la división del país y  en Noviembre del mismo año, los guerreros Aymaras en un acto público, degollaron dos perros como señal amenazante para todo aquel que se oponga a la política gubernamental. Nadie dudaba que Achacachi sea parte de un núcleo duro de la militancia del MAS. ¿Qué cambió desde entonces? ¿Qué experto en marketing político, manipuló las mentes de los pobladores de Achacachi?  ¿Cómo logró ingresar el virus del descontento en el cuerpo de este sólido “movimiento social”? La respuesta esta en el propio accionar del MAS.  El nombramiento a  dedo  de candidatos fue rechazado en las urnas, en un bastión masista.  En este punto, la democracia liberal; un hombre un voto, se impuso al voto corporativo y comunitario. Por eso es valioso el disenso en democracia, y si es apoyado por el voto ciudadano, se convierte  en un aporte para que los contrapesos sean los justos, y así no atiborrar de poderes a quienes trabajan para tener en sus manos el poder total.

Si el voto es valioso, lo es también el órgano electoral que gestiona del proceso. Esta semana viviremos un nuevo intento para debilitarlo con las citaciones y los procesos penales abiertos a los vocales electorales.  Con ello se atenta contra la institucionalidad democrática y se socava las bases mismas de su credibilidad.  Lo paradójico es que fueron las mismas cortes cuestionadas, las que llevaron adelante los procesos de la elección del presidente, que en un corto lapso de tiempo se convierten en sospechosas de contribuir al fraude justo en los departamentos donde los resultados no son los esperados por el oficialismo.  La lección de Achacachi es clara, cuando un poder interfiere en los procesos democráticos, queriendo forzar la voluntad popular, se pueden generar efectos inesperados de rechazo, en un largo camino que no termina con la elección de gobernadores y alcaldes, ya que la próxima es la de magistrados del poder judicial, oportunidad en que se volverá a consultar al soberano para conocer su veredicto final.

*Periodista y Cientista Jurídico

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