Con respeto, discrepo con Restrepo.

Caballero Pregunta

Julio César Caballero M. *

Es Imposible no sentir un profundo respeto por el maestro Javier Darío Restrepo, por su limpia trayectoria como periodista y escritor, como defensor del lector, y principalmente por ser un experto en ética periodística.   Tuve el gusto de conocerlo a fondo en una entrevista que le hice en La Paz hace dos años, cuando profundizamos sobre ética, moral y los periodistas.  Este colombiano a su paso por los periódicos más renombrados de su país, y como proyectista del código de ética del círculo de periodistas de Bogotá, aportó más que nadie en Latinoamérica a entender la importancia de la deontología aplicada al que para él es un género literario : El periodismo.

Para los que tuvimos el gusto de escucharlo otra vez la semana pasada, en un seminario organizado por la Unión Europea y el centro Carter, no paso desapercibido que el maestro lucía un poco cansado pero no menos desafiante frente a las preguntas que los asistentes le hicieron.

Su abordaje a los temas éticos en Latinoamérica pasó por la realidad que vive Bolivia, pero fue un par de conceptos que quedaron sueltos los que me permitieron afirmar que discrepo con su razonamiento. Restrepo se refirió a la ley y a la ética, poniendo énfasis en el primer concepto que según él no necesitaba de obligatoriedad para su cumplimiento y por ende no era prioritario ser normado para ser aplicado.

Este debate sobre normar o no la ética, convertirla en ley de obligatorio cumplimiento, esta casi superado por la coyuntura y la realidad.  Mientras los periodistas discutimos sobre códigos deontológicos, su aplicación, y la oportunidad de redactar una norma especial, el poder político prepara la ley de medios de comunicación y ejercicio del periodismo, estrujándonos en la cara supuestos casos de falsedad y manipulación de la información. Javier Darío, con muy buena fe, sostiene que la ética es una ley moral escrita en el corazón, y que es un bien superior  de innecesaria reglamentación.

Es innegable que la ética es un bien superior, pero es la inspiración doctrinaria que necesita la legislación que la positiva al derecho.  Los periodistas no gozamos de fueros, aunque en la realidad son tribunales especiales los que conocen nuestros delitos de imprenta o nuestras faltas leves, pero es indudable que necesitamos un instrumento que garantice que esos derechos no sean pisoteados o sean interpretados de forma sesgada.

El escenario lejos de ser poético y puramente filosófico, es pragmático.  El precepto constitucional de la autorregulación necesita de una reglamentación surgida del consenso en el gremio, para ser blindado en una ley que garantice que no existan interpretaciones que limiten nuestras libertades.

Lo ético  y lo legal no están en las antípodas, uno es inspiración doctrinal del otro, para que exista la norma que debe contemplar sanciones a quienes la incumplan. Vuelvo a sostener lo dicho en anteriores artículos, los derechos de libre expresión y libre información, cruzan de forma transversal a los derechos existentes en la sociedad civil, y cuando estos derechos son vulnerados, la ley debe ser aplicada sin privilegios ni exclusiones.

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