El costo de la irresponsabilidad — Ismael Serrate Cuéllar — 12.10.2004

El costo de la irresponsabilidad

 

Ismael Serrate Cuéllar

 

 

Un amigo me dijo que la irresponsabilidad frecuentemente es más costosa que la corrupción. Tengo mis dudas sobre eso, principalmente por su contenido ético. Sin embargo, a la luz de lo que está ocurriendo en nuestro país, cada vez me inclino más a darle la razón.

 

Supongamos que la administración pública actual es honesta y que ya no hay corrupción. Adicionalmente, supongamos que toda la inversión pública en los últimos 10 años tuvo un sobreprecio de 10% por coimas. Si sabemos que en ese periodo su total fue de 6 mil millones de dólares, el costo de la corrupción fue de unos 600 millones. En verdes. Algo así como el déficit fiscal. No es poca plata. Algunos dirán que el costo de la corrupción no es solo eso. De acuerdo, supongamos unos mil millones en diez años.

 

Comparemos esa cifra con los costos generados por el gobierno y su agenda de octubre: referéndum, ley de hidrocarburos y constituyente. Sin contar gastos fiscales directos en jugarretas pseudo-democráticas: plebiscito disfrazado de referéndum, agrupaciones ciudadanas de chacota o constituyente para cambiar la lógica de un ciudadano-un voto y reinstalar el voto calificado. Veamos sólo los costos originados por el manejo político.

 

El promedio de la inversión extranjera entre 1998 y 2002 fue casi mil millones de dólares anuales. Para este año, difícilmente llegaremos a la cuarta parte de ese valor. Eso quiere decir que, únicamente por aranceles e IVA vinculados a esa inversión, el Tesoro General de la Nación ya está perdiendo más de 100 millones al año. Lo mismo que la corrupción. Y empleos, bien gracias. ¿A quién le importa? De yapa, no tenemos más la opción de vender gas a Estados Unidos y apuesto con cualquiera que tampoco a México. Y seguimos encontrando gas. En ese chiste perdimos otros mil millones anuales en inversión extranjera directa. Con la ley de hidrocarburos de Goni, la maldita y vilipendiada ley, ese proyecto perdido generaba un ingreso para el estado del orden de 300 millones anuales, en la época que el precio del petróleo era la mitad de lo que es ahora. Con los precios actuales, ¿tendríamos cuanto? ¿El doble? ¿Más todavía?

 

En los últimos 12 meses los depósitos del público en la banca cayeron casi 300 millones y la cartera otros 200 millones. ¿Cuánto le cuesta eso al estado en pérdidas tributarias por menor actividad económica? ¿Digamos un 15% de la caída de cartera? Podemos seguir haciendo números y la lista se hará más larga, incluyendo costos por disminución de inversión privada nacional, subvención creciente de combustibles, inseguridad social, avasallamiento de tierras, incremento creciente de gasto por presiones sectoriales y otros que prefiero no mencionar para no deprimir a nadie. Y ojo que no estoy considerando un posible bloqueo económico internacional, que nos terminaría de patear en el suelo, ni la locura del antichilenismo de pacotilla, que nos hace vender gas a la Argentina a menos de la mitad del precio que ellos venden a Chile. Y después nos quejamos que no nos compren azúcar.

 

Si hacemos cuentas, un solo año de irresponsabilidad gubernamental, incompetencia funcionaria o lo que se quiera llamar, nos cuesta más que la corrupción de varios años juntos. Y esa, no creo que haya disminuido. Por algo Napoleón decía que el corazón del hombre de estado debe estar en su cabeza.

 

El presidente Mesa nos dijo en el Foro Económico de la Cainco que la crisis había terminado. ¿A cual crisis se refería? Probablemente a la misma del médico gallego que dijo a un hombre que le tenía una buena noticia: la crisis asmática de su esposa había terminado. Ella había dejado de respirar.

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