No hay comida gratis — Ismael Serrate — 30.09.2004

No hay comida gratis

 

Ismael Serrate Cuéllar

 

 

Hace algunos meses, Jorge Zatt escribió un extraordinario artículo sobre el rey que quería concentrar toda la sabiduría del mundo. Después de toda una vida de esfuerzo conjunto con los intelectuales de su reino, llegó a la frase que titula esta columna.

 

Muchos investigadores sociales han reflexionado sobre las causas para que unos países se desarrollen más que otros. La maraña de relaciones sociales que se pueden dar en diferentes sociedades no permite elaborar un “modelo” tipo receta de cocina, pero sí se puede afirmar que existen algunos rasgos comunes a las regiones o países exitosos. Algunos de ellos se pueden observar en la historia reciente de Santa Cruz.

 

Toda sociedad exitosa ha tenido un proyecto común (agua, pavimento y luz para Santa Cruz). Ese proyecto ha sido estable a lo largo de los años, con reglas claras y transparentes. Los cambios que permanentemente se dan fueron suaves y permitieron a la sociedad adaptarse sin traumas. Esa estabilidad se refleja en una institucionalidad sólida (Comité pro Santa Cruz, cooperativas, fraternidades, gremios y otras no tan cristianas) que se auto-controla en el tiempo (¿será que lo hacemos, con nuestra justicia, policía y otras autoridades?). La sociedad logró desarrollar un sentido de pertenencia fuerte (soy orgullosamente camba). Hay muchos otros rasgos que no quiero mencionar porque uno en particular merece ser ampliado: toda sociedad exitosa se organizó sin subvenciones generalizadas o injustas.

 

Cuando nuestros padres crearon las cooperativas de servicios, tuvieron la lucidez de hacerlas sostenibles en el tiempo, es decir, con tarifas reales. Se resistieron a la tentación de utilizar las regalías para tener servicios baratos. La tarifa siempre fue mayor al costo marginal de una nueva instalación. Pido perdón por utilizar algunos términos teóricos, pero es posible demostrar que la subvención generalizada de un producto o servicio siempre favorece al mejor ubicado en la pirámide social. Paradójicamente, la universidad gratuita, por ejemplo, favorece al rico y no al pobre. El pobre debe recibir beca y estas deben ser masivas y diferenciadas. Pero todos deben pagar al menos el costo marginal de un nuevo alumno, vía beca o recursos personales. Cuando congelamos la gasolina, beneficiamos al propietario del auto. Los recursos que perdemos por el congelamiento se podrían invertir en mejorar los caminos y desarrollar mecanismos de apoyo a los usuarios del transporte colectivo, siempre y cuando alguien no se los robe en el camino.

 

Los discursos que piden la recuperación de la propiedad de los hidrocarburos para el estado tienen una imagen en mente: lograr que los actores sociales crean que, de esa manera, será más fácil lograr uno de los supuestos sueños del bien estar: combustible y transporte barato y mayores ingresos para el estado. Craso error. Precio bajos significan menores ingresos para el estado, que tendrá menos recursos para salud y educación. La terrible experiencia de la maternidad se repetirá con mayor frecuencia. Como dice Zatt, no hay comida gratis. Siempre, en todos los casos, el más desprotegido la paga, como los prematuros de la maternidad.

 

Los discursos neo estatistas tienen dos tipos de heraldos: aquellos que saben lo que quieren, miembros connotados o deseosos de ingresar a la rosca burocrático feudal, esa que después de 200 años de administrar el país nos transformó en el más pobre y miserable de América Latina, y aquellos ingenuos que actúan como el cazador que quiere matar al dragón, pero termina acertándole a San Jorge.

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