¿Trabajo es sinónimo de empleo? — Ismael Serrate Cuéllar — 15.6.2004

¿Trabajo es sinónimo de empleo?

 

Ismael Serrate Cuéllar

 

Roberto Laserna publicó recientemente un artículo titulado “El modelo no funciona”, cuestionando acertadamente esa aseveración. Tanto se repite esa frase que hasta parece que fuera verdad. ¿Cuál es el modelo que no funciona?, se pregunta Laserna. La mayoría esgrime cifras de pobreza, de conflictos, desigualdades y repudio a partidos, olvidándose que esos números eran peores antes de 1985. Lo más grave es que “algunos de esos problemas estaban escondidos y ni siquiera teníamos la conciencia preocupada que tenemos de ellos ahora”, afirma el investigador.

 

En tiempos de irracionalidad y absurdos permanentes, cuando algunos tienen el derecho humano de bloquear pero yo no lo tengo para viajar por carreteras, cuando la ley que se aplica además de la del poderoso, es también la del más gritón, fue agradable leer una reflexión sería sobre lo que es el modelo económico boliviano.

 

Hace rato que las soluciones de corto plazo están perdidas en la irracionalidad social. Por ello, debemos proponer temas de reflexión para el largo plazo, dentro de lo que debe ser un nuevo pacto social que en algún momento se tiene que dar en Bolivia (o en Santa Cruz). En ese sentido, me arriesgo a hacer la siguiente pregunta: ¿debemos luchar por empleos o por trabajo?

 

El antiguo pacto social en nuestro país se daba en base al empleo: los miles de empleados existentes, del sector público o privado, principalmente ubicados en la sede de gobierno y sus alrededores, recibían una remuneración que les permitía vivir razonablemente y componían el grupo de privilegiados, y por lo tanto, dominantes. El saldo de los varios millones de bolivianos se las arreglaba como podía, mayoritariamente con el autoconsumo y un escaso intercambio entre los integrantes de esa sociedad “inferior”. El ejemplo más patético de esa realidad era la pulpería subvencionada de la Comibol y el control de precios de los productos de la canasta familiar. Bueno para el empleado, muy malo para el productor, que también era y es un trabajador.

 

Nos guste o no nos guste, la movilización social, las comunicaciones, la educación y la mejoría de los indicadores sociales y económicos, crearon muchos actores que salieron de esa casta “inferior” no empleada. Comenzaron a producir riqueza y a mantenerse con mecanismos diferentes al empleo, con trabajo propio y colectivo, generando rápidamente un conflicto por el poder con los grupos hegemónicos anteriores. El gran error de muchos de los movimientos sociales y políticos es pensar que la sociedad del futuro puede continuar priorizando el empleo, que ocupa un lugar cada vez menos importante en el mundo actual. Las empresas y gobiernos de todo color tienden a tercerizar servicios y a ser cada vez más eficientes.

 

El aparato estatal no puede desconocer esa realidad. El gran error de los antiglobalizadores es soñar con el retorno de una “clase” empleada privilegiada que reciba transferencia de recursos de los otros trabajadores. Ese sueño, además de inviable, es injusto y reaccionario. Conservador, como diría H.C.F. Mansilla. La sociedad del futuro tendrá cada vez más trabajadores y menos empleados. Se requerirán más emprendedores, de todo tipo y tamaño. Los gremialistas, empresarios de pura cepa, ya remplazaron a las pulperías empresariales. El estado no desaparecerá ni quebrará, como las empresas, pero tampoco podrá seguir empleando a gente improductiva, porque los que soportan la carga fiscal, tarde o temprano, se rebelarán.


publicado en : EL NUEVO DÍA, 15.6.2004

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