La bocaza de mi tocaya — Gabriela Ichaso Elcuaz — 4.6.2004

El país que tenemos 

La bocaza de mi tocaya 

Gabriela Ichaso Elcuaz (*) 

Somos mucha cosa y lo peor, es que en lugar de reirnos nos tomamos en serio.  De especialistas en gas, después de conocer las cinco preguntas del Gobierno nos volvimos analfabetos, parecidos a los postulantes a la Universidad que dicen estar listos para el examen y cuando se aplazan, se crucifican echándole la culpa a las “preguntas difíciles”.  De país multicultural y plurilingüe, tolerante y democrático, se nos salió el indio que tantos discriminan pero que todos llevamos dentro, apenas una chica veinteañera clase media, linda, estudiosa, perseverante y segura de sí misma, da una opinión, reconoce una mala expresión y pide disculpas.

Lo que dijo y lo que se interprete de las declaraciones de Miss Bolivia, Gabriela Oviedo, queda en segundo plano junto a su inmediata, sentida y sincera aclaración, frente a la desproporcionada avalancha de resentimientos e insultos que pretendieron, por un lado, sepultarla y, por otro, defenderla.

El tema es cómo lo absurdo se vuelve agenda y cómo lo que uno es desde que nace como persona, en el intelecto colectivo o en el complejo milenario, se vuelve ofensa.  En Argentina -país de migrantes- los italianos son tanos; los españoles, gallegos; los estadounidenses, gringos; los capitalinos, porteños; los bolivianos, bolitas y nadie se siente ofendido de ser llamado así.  Y nosotros somos cambas, aquí, en Sucre, en La Paz y en el extranjero y nos encanta.  Pero resulta que decir colla, es ofensivo. Bah.  Ofensivo será decir camba de m…, gringo de m… o colla de m…  

Igual con los colores. Todos somos negros, blancos y amarillos, con matices pero dentro de las tres razas que nos enseñan en la escuela y que tienen hasta un día, el 12 de octubre.  Y todos somos altos, bajos, flacos o gordos.  Y todos, menos los mudos, hablamos al menos un idioma, materno le dicen, y tal vez algún otro.  Pero acá, además sobran los expertos -para exportar- en hablar huevadas.

Desde el Canciller y la Alcaldesa interina de La Paz con su pedido de renuncia a la banda de Miss (que se la impone a la niña que mida más de 1,70, implacables 90-60-90 y esté dispuesta a corregir sus defectos de fábrica en un quirófano, la empresa privada trasnacional del multimillonario propietario del Miss Universo, Donald Trump, con sucursal en nuestra ciudad) hasta la caravana de apoyo que se tiene prevista para recibir en el aeropuerto a mi linda tocaya para seguir dándole manija al asunto, han rayado en el colmo de los extremismos y del ridículo.

Los collas que hablaron a nombre de los “ofendidos” (porque me voy enterando que vivir en el occidente, ser bajito y moreno es como decir que no son gente y que al parecer, ser blanco, alto, ojos azules y rubio, sí es ser gente en lugar de ser europeo) para mí que se enojaron por lo del inglés.  Porque, tocayita, eso sí que los mata:  cómo no les va usted a reconocer que ellos sí hablan inglés y hasta lo saben entremezclar con el español:  “Oye, hermano, el decreto debe salir por “fast track” (en lugar de rápido); “Es que mira, hermanito, el proyecto no es posible si no le metemos con un “basket-found” (en lugar, de un fondo común).

No nos hagamos, hombre.  “Uta, hermano, ahí llegó la Viceministra camba” y yo feliz.  Por ser camba y por mi super equipo de trabajo del Viceministerio puro collas, altos, bajos, negros, blancos, hombres y mujeres, todos espectaculares en su oficio. 

Misterioso silencio el de dos collas respetabilísimos como don Jorge Canelas y doña Ana María Romero de Campero, integrantes del Consejo Editorial del Semanario Pulso, que se atrevió a publicar la basura escupida por un ente porque nadie con madre hubiera osado.  La ex Defensora del Pueblo nos debe a mujeres y hombres una explicación así como tal vez, también podría ilustrarnos sobre hasta 1993 la entrada del Gran Poder se limitaba a Chijini porque no podía ingresar a El Prado de los collas bien.

De todas formas mi tocaya, pelándole a su modo, le dijo al mundo entero que la parte de la Bolivia en la que yo vivo existe, más de lo que ha hecho en toda la República el collísima servicio diplomático hoy a cargo de mi amigo Juan Ignacio Siles.

Bocaza sí la de Gabriela Oviedo pero por la sonrisa ancha y generosa.

(*)  Concejal de Santa Cruz

e-mail:  cuentoconvos@hotmail.com

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