Un enemigo del pueblo — Ismael Serrate Cuéllar — EL NUEVO DIA – 31.5.2004

Un enemigo del pueblo

 

Ismael Serrate Cuéllar

 

 

A fines del siglo XIX, un médico descubre que las aguas del balneario, principal recurso económico de su pueblo, están contaminadas y son un peligro para la salud. Denuncia el hecho y propone que se cierre el balneario hasta que se realicen las reformas necesarias. Las autoridades de la ciudad, la prensa coaccionada por los intereses coyunturales y de rating y un pueblo manipulado por discursos demagógicos de bien estar futuro, logran convertir a un ser que persigue la verdad en “un enemigo del pueblo”. Erick Ibsen, el autor noruego, logra ofrecer en su drama un atrevido análisis de los mecanismos de la democracia. En su discurso ante la comunidad reunida que no quería ver la realidad, el doctor Stockman dice que piensa dedicar “todas sus fuerzas y toda su inteligencia a combatir esa mentira de que la voz del pueblo es la voz de la razón”. La masa enardecida explota y apedrea al osado médico, su casa y familia.

 

Yo espero que no se me considere un enemigo del pueblo, pero quiero afirmar enfáticamente que el referéndum nos traerá más pobreza de la que tenemos, que Bolivia no es un país fundamental para la matriz energética de América Latina, que sin las inversiones efectuadas por las empresa internacionales del sector no tendríamos las reservas que tenemos, que quiero vender gas a Chile, Argentina, Estados Unidos y México al mejor precio posible y que no me gusta la idea de refundar YPFB simplemente por refundarlo, ya que solamente hará ricos a algunos, pero no a todos.

 

Quiero un país que tenga un presidente creíble y no creído, que busque unidad y no división, sea esta regional, de clase o de raza, que se preocupe más de la economía y la generación de empleo y menos de la política, que se revuelque un poco más con los productores y menos con los bloqueadores, que sea más humilde y menos soberbio, que piense un poco más allá del término de su mandato.

 

Quiero un país donde se cumplan las leyes, tanto para pobres cuanto para ricos, para loteadores y acaparadores de tierras, para militantes o no de cualquier partido coyunturalmente en el poder, para bolivianos y extranjeros, personas o empresas. Quiero un país que permita a sus ciudadanos transitar libremente por su territorio y que respete a las fuerzas legalmente constituidas cuando salgan a hacer cumplir la ley.

 

Quiero un país en el que ganemos el pan de cada día con el sudor de nuestra frente y no con las prebendas del papá estado, en el que las instituciones estatales apliquen criterios de eficiencia y no de presión para captar más recursos, con más empresarios de todo tamaño y menos empleados públicos, abierto a la cultura global y no encerrado entre cuatro montañas, competitivo y progresista. Quiero que el estado invierta más en obras públicas de todo tipo, principalmente de interés social y menos en pagar sueldos improductivos, que no gaste más de lo que recauda. Quiero autonomías departamentales para decidir sobre nuestros recursos naturales, sin pedir permiso a otros.

 

Quiero muchas cosas que lamentablemente no son compartidas por esa nueva “izquierda” que no sabe realmente que modelo desea, además de criticar al existente sin ofrecer soluciones posibles. Yo también, al igual que ellos, quiero más trabajo, menos miseria, menos hambre, más oportunidades, más igualdad. Pero también creo que las aguas del balneario, contaminadas por el tifus, van a terminar matando a muchos y trayendo gran pobreza a los demás.

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