El impacto de los anuarios de la prensa

 

El impacto de los anuarios de la prensa

Autor: Carlos Dabdoub Arrien

Publicado: El Deber, 16.2.2002

 

Santa Cruz de la Sierra – Bolivia, Sábado 16, Febrero de 2002

El impacto de los anuarios de la prensa

Carlos Dabdoub Arrien

No habían pasado ni siquiera quince minutos de mirar uno de aquellos anuarios en un canal de televisión, cuando uno de mis hijos simplemente me dijo: ¿Será que uno se puede sentir orgulloso de ser boliviano después de ver todo esto? Mi respuesta inmediata y casi inconsciente fue cambiar de programa, mientras me golpeaba arteramente esta afirmación, que tenía mucho de verdad. Desde que la mayoría de los medios de prensa descubrieron que la información de masacres, violencia y sangre, narcotráfico o cualquier “escandalete” público elevan los ratings, y en consecuencia, ganan más publicidad y aumentan las ganancias, al pasivo espectador no le ha quedado otra alternativa que ser un mudo consumidor de aquello que nos ofrecen. Es que la mayoría de los órganos de difusión han pasado de ser “aquellas empresas especializadas con conciencia de servicio público de la comunicación a unas macro estructuras, cuya vocación empresarial es obtener grandes beneficios…”. “abandonando el viejo concepto de contrapoder social para ser expresión de los núcleos duros del poder económico, de poder político” (Bernardo Díaz. I Foro Euroamericano de la comunicación. “Los Desafíos del Siglo XXI”. 2001). En cualquier caso, el periodismo sabe muy bien que su repercusión en la sociedad no se la puede hacer de manera aislada, sino que como parte de un sistema influye sobre el mismo y desde luego en el resultado final, es decir, la conducta de la persona. Con los mensajes que bombardean nuestros sentidos, sobre todo en los últimos tiempos, han promovido en un alto porcentaje de nuestra comunidad un profundo proceso de desmovilización, de indiferencia y apatía plena, que se puede nominar como una “forma de corrupción ciudadana actual”, al decir de Róger Cortez en dicho foro. Este asunto que no es exclusivamente nuestro, ha motivado diferentes reacciones en otros lugares. Por ejemplo, en Colombia, 21 directores de diferentes medios de comunicación firmaron el llamado “Acuerdo por la Discreción”, comprometiendo evitar la difusión de imágenes y fotografías que puedan generar repulsión en el público y contagio de la violencia. Por cierto, una de los deberes de los medios de comunicación, que también son parte de la llamada sociedad civil, es luchar contra la delincuencia, sin hacer apología de la misma. En otra ocasión, se conoce que mediante un plan ciudadano, diferentes instituciones recomendaron públicamente no ver ciertos programas donde “la noticia estaba por encima de los valores éticos”. No se trata de crear una mordaza a los instrumentos de la información. Lo que la gente quisiera es que exista equilibrio entre lo bueno y lo malo, porque no me van a decir que todos los días ocho millones de bolivianos no hacen cosas que merecen ser conocidas para estimular a un pueblo frustrado. Defendamos la libertad de expresión, pero siempre dentro de una perspectiva ética. Considerando que la crítica no necesariamente debe venir desde afuera, es necesario que el periodismo reflexione sobre el importantísimo rol que juega en la colectividad. Cualquier reflexión le hará muy bien al país y sobre todo a la juventud que empieza a vivir casi cansada y derrotada, y lo que es peor, hasta con pena de ser boliviana.

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