Para que conste en acta: Reformas para gobernarnos en una democracia con menos c

 

Para que conste en acta: Reformas para gobernarnos en una democracia con menos corruptos (I)

Autor: Gabriela Ichaso Elcuaz

Publicado: Octubre 2001

 

El agravamiento de la crisis socio-económica y su consecuencia principal, el aumento del nivel de desempleo, ha empeorado las oportunidades de la población de acceder a los recursos necesarios para su subsistencia.

En un sistema social como el que tenemos donde la satisfacción de las necesidades depende centralmente de la posibilidad de acceder a los beneficios del trabajo, si cada vez más gente queda fuera del mercado de trabajo y consecuentemente del sistema de seguridad social, la exclusión crece irremediablemente. La impotencia frente a esta situación de exclusión, para la condición humana, se acrecenta y genera insospechadas expresiones de “emputamiento” cuando la corrupción y la injusticia se han transformado en moneda diaria de impunidad corriente.

Frente a estos efectos negativos de la globalización y del poder desmedido adquirido por los impunes y los propietarios de incalculables fortunas que han ingresado a adquirir espacios de poder político sobre la administración pública y la sociedad civil, amplios sectores de la población quedan marginados y la transformación social corre peligro, ya que tanto la modernización como la democratización permanecen limitadas.

Una propuesta real para liderar un cambio e integrar los dos procesos añadiendo un aspecto indisociable del desarrollo humano sostenible en Bolivia fue la “oficialización” de la participación de la ciudadanía, a través de la Ley de Participación Popular. La incorporación activa de los principios de la planificación participativa y la conformación de 314 “estados” municipales iniciaron siete años atrás un proceso de bases sólidas para garantizar buenos resultados… Buenos resultados que se han reflejado en gran número de municipios del país que hasta 1994 estaban librados a la mano de Dios, pero no en los más poblados, en los que lo previsible ha sido rebasado por la falta de visión, la desorganización, la corrupción y en los que justamente la concentración urbana en el nuevo siglo encuentra a la sociedad global, a la sociedad nuestra, inmersa en el agotamiento de un estilo de desarrollo que ha demostrado ser ecológicamente depredador, socialmente perverso, económicamente injusto, éticamente inmoral y políticamente débil.

La mayoría de las reformas se han hecho y muchas están en marcha. Pero la gran reforma, la que está en manos de los jefes y líderes de los partidos políticos, la que se predica para la sociedad, para las instituciones públicas, para el discurso pero no se puso en práctica comenzando por casa; la del dedo índice golpeando la sien, la del dedo índice apuntando a que sean procesados, sancionados y se vayan individuos que a título de “militantes” han prostituido la esperanza de grandes militancias, esa gran reforma sigue a la espera. Todavía esperamos que los partidos políticos ya no nos hagan grandilocuentes discursos y propuestas sobre una crisis que traspasa largamente las posibilidades “soberanas” del Estado boliviano, sino que nos digan de antemano no sólo los nombres para los cargos electivos sino quiénes son los eficientes, transparentes, capaces e idóneos que imprimirán eficiencia, transparencia, capacidad e idoneidad a la administración pública del nuevo siglo.

Necesitamos políticos que no sólo administren los fondos públicos sino que los gestionen, es decir, que incorporen los principios de eficiencia y transparencia; que actúen con coraje pero también con responsabilidad; que no comprometan negativamente el desarrollo de las nuevas generaciones. Necesitamos políticos “sustentables” para llevar a la práctica el repetido discurso del “desarrollo sostenible” , un gobierno que ejerza su autoridad política, económica y administrativa para gestionar los asuntos del país a todo nivel, con la capacidad de construir lo que la sociedad le pide a través de procesos de planificación participativa y no de iluminismos faraónicos; con la capacidad de someter a sus funcionarios a los procesos de ley para premiarlos o sancionarlos; con capacidad de promover el concurso ciudadano para optar a la carrera administrativa a través del saber, de la experiencia, del mérito intelectual.

Los destinos de nuestra ciudad o del país no pueden continuar en manos de quienes tienen mayores posibilidades económicas para comprarse un espacio de la administración pública o alquilar una masa de claque que aplauda o abuchee al jefe hasta que, presionado, igual entregue otro espacio al chantajista de turno.

Sin ciudadanía que participe por encima de los grupos de poder para el enriquecimiento ilícito, sin políticos que la representen sin estar pringados de intereses económicos transpartidarios; sin ciudadanos activos y sin políticos idóneos cualquier Reforma a la Constitución o a las Leyes, cualquier Asamblea Constituyente, cualquier Referéndum, serán un saludo más a la rayada bandera.

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