Corrupción

 

Corrupción

Autor: Alfonso Moreno Gil

Publicado: Santa Cruz, 9 de mayo de 1999

 

Problema difícil éste de la corrupción. ¿Por dónde empezar? ¿Qué hacer? ¿Cómo iniciar una lucha en contra de este mal que impide que nuestra Patria pueda levantar cabeza? Por todos los rincones del país, todas las personas con quienes cotidianamente conversamos todas, absolutamente todas, y me incluyo, tienen algo que contar, ver o sentir sobre actos de corrupción, o porque en algún momento de la vida les pasó de cerca, a veces rozándolos, o porque sencillamente fueron parte de ella. En muchos casos en forma voluntaria y en otros casi obligados por las circunstancias.

¿A quién culpar por haber permitido que la corrupción se incremente en nuestro país?, ¿a los empresarios?, ¿a los funcionarios públicos?, ¿a los representantes vecinales?, ¿a los dirigentes cívicos?, ¿a los administradores de justicia?, ¿a todos?

O será que simplemente un día de esos comenzó a acentuarse, fue creciendo poco a poco, ganando adeptos. Al principio quizás no se le dio importancia, algunos comenzaron a beneficiarse, otros se hicieron los ciegos, a veces también los sordos y hasta mudos: claro, de alguna forma también lucraban. Algunos, los menos, gritaron sin éxito. Sin embargo continuó creciendo bajo la mirada cómplice de casi toda la sociedad (no puedo generalizar), y con el tiempo se fue fortaleciendo, haciéndose cada día más común hasta convivir entre nosotros, y ser parte de la vida pública y privada del país, alcanzando grandes niveles y convirtiéndose en un mal estructural. ¿Será posible que estemos acostumbrados a esta situación?

Es verdad, normalmente donde hay corruptos también hay corruptores. ¿Quiénes tienen la culpa? ¿Los que ofrecen o los que reciben? Es nuestro eterno dilema. Nuestra permanente disculpa.

¿Disponemos de leyes suficientes para combatir la corrupción? ¿Tenemos los sistemas de control adecuados? ¿Contamos con la voluntad del Gobierno nacional y el municipal para enfrentar esta lucha? En especial me pregunto si hay la voluntad de los jefes, dirigentes y militantes de los partidos políticos. Finalmente por qué no preguntar si nosotros, los ciudadanos, pese a haber cometido muchos errores, tenemos la firme decisión de iniciar una verdadera lucha en contra de este mal. No se trata de salir a cazar brujas, o de acusarse mutuamente, o de encontrar una víctima, o de rumores. Se trata de asumir una actitud colectiva sobre algo que es de verdadero interés para los ciudadanos, principalmente aquellos que tienen acceso al poder económico y político, también los líderes de todos los sectores, con miras a que entre todos iniciemos una gran campaña. Una campaña que permita que la ley pueda ser aplicada sin las famosas injerencias políticas o económicas, sin padrinos ni ahijados. Que todos sepamos que aquellos que causen daño económico al Estado tendrán castigo, un castigo jurídico (que lo establece la Ley), y un castigo social (establecido por la comunidad); que los actos de corrupción por fin dejen de ser negocio, y que una vez juzgados los culpables, se les pueda quitar todo lo que se llevaron.

Lamentablemente nos ha tocado vivir en este sistema. Pero no, no podemos perder la guerra. No podemos desanimarnos. Hay muchas cosas que no debemos hacer y las hacemos. Hay muchas cosas por arreglar. Quizás deberíamos comenzar por ahí. Por decir algo: no compremos libretas a nuestros hijos cuando pierdan el año, llenemos correctamente las declaraciones de impuestos de nuestras casas, lotes y vehículos, no contabilicemos doble planilla en nuestras empresas.

De repente hacer estas cosas tan sencillas pueden ayudar a luchar contra la corrupción. De repente, quizás, comience a disminuir. ¿Estamos dispuestos a hacerlo?

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