Cambalache con ecología

Cambalache con ecología

Autor: Willi Noack

Publicado: SECCION 100, 07.03.1989

Aparte del endeudamiento, otro tema internacional de gran actualidad que debe preocuparnos por su creciente importancia, es el de la ecología. No es un tema sólo para expertos, puesto que su problemática nos afecta a todos en forma muy directa y con graves consecuencias, hablamos por ejemplo respecto a la explotación de las maderas tropicales, cuya problemática ha sido tratada por muchos e importantes periódicos y revistas internacionales; este es actualmente, al parecer, el tema número uno de los “Verdes”. Hubieron ya algunas acciones muy espectaculares al respecto, como aquella según la cual el gobierno de la RFA no utilizará – boicoteando – maderas tropicales en la construcción de edificios públicos. Por ello sería un grave error subestimar las tendencias.

Esta preocupación surge del hecho que, anualmente, desaparecen unos 200.000 Km cuadrados de selvas tropicales (algo así como un 60% del total de la superficie del departamento de Santa Cruz), solamente en Brasil. Aproximadamente dentro de 60 años – de seguir el actual ritmo de deterioro – no existirán ya más estas selvas.

La culpa, según los Verdes, la tiene: la explotación incontrolada e irracional de los bosques, la construcción de represas gigantescas, la explotación de minerales, la producción de carbón vegetal, el chaqueo con fuego por parte de grupos nómadas o “colones” que entran en las selvas a través de brechas abiertas por madereros y, finalmente, los proyectos industriales megalómanos, como aquel puesto en práctica por el industrial norteamericano D. Ludwig, sobre el río Jari, en la Amazonía, que fracasó con inversiones de miles de millones de dólares.

Las consecuencias del deterioro son: la desaparición de los “pulmones” del globo terráqueo, los cambios en el clima y en el medio ambiente natural en nuestro planeta, el genocidio de tribus selváticas que son desalojados de su hábitat natural y la pérdida de flora y fauna selvática abundante.

La industria maderera boliviana ocupa un lugar muy importante en la economía del país. Las exportaciones madereras y sus manufacturas ascendieron en 1987 a un total de 31 millones de dólares, significando un 29% del total de las exportaciones no tradicionales (ver Estadísticas Económicas 1988, Müller y Asoc., pág. 46), con la expectativa de incrementar, todavía, las exportaciones en este mismo rubro. Después de la caída de los precios del petróleo y del estaño en los mercados internacionales, se presenta una nueva amenaza para nuestro crecimiento económico.

No cabe duda que el movimiento protagonizado por grupos ágiles, activos y eficientes, existente en los países industrializados, no abandonará sus propósitos hasta haber logrado su principal objetivo: protección de la selva tropical con políticas eficaces. Recordemos que la protección de ciertos animales y plantas en peligro de extinción, ha sido bastante exitosa. No se ven más abrigos de piel de ozelote o jaguar (nuestro “tigre”) en las elegantes avenidas europeos. Las sanciones drásticas que se aplican, garantizan en gran escala el cumplimiento de las leyes correspondientes de protección, pero, sobre todo, existe una censura pública imperativa.

Donde no hay demanda, no hay venta.

Tenemos que tomar en serio y como un hecho creciente el rechazo que se hace de maderas tropicales en los más importantes mercados mundiales. Por más que nosotros cuestionemos el derecho de otros países de intervenir en nuestros asuntos internos, usando nuestros recursos naturales como una forma de “neocolonialismo” o un atrevimiento (argumento escuchado de algunos productores), se trata de un hecho.

Por supuesto que es más fácil preocuparse por el hábitat de la humanidad, cuando no existen necesidades primarias subsistenciales insatisfechas.

Como en el caso de la deuda externa, no basta curar los síntomas sin subsanar los orígenes.

En Bolivia y en otros países tropicales no se destruyen los bosques por capricho, por irresponsabilidad o por falta de conocimiento, sino, en primer lugar, por necesidad, y por falta de alternativas mejores.

El indiscriminado chaqueo con fuego por parte de colones es existencial (véase el problema del acelerado crecimiento demográfico), pues ellos no tienen maquinaria, pero precisan tierras para cultivar, motivo por el que tienen que quemar los bosques. Sería ingenuo negar esta realidad.

Pero también se deberían revisar las políticas y las leyes relevantes en vigencia. La economía forestal se basa en inversiones de muy largo alcance. Debería existir un interés particular en la reforestación (sembrar para cosechar) y no sólo una obligación, bien o mal controlada (sembrar para que otros, algún día, cosechen).

Repetimos: el hecho del rechazo de las maderas tropicales por parte del mercado mundial no se puede negar, con la consecuencia que tarde o temprano habrán restricciones legales o voluntarias contra la importación de estas maderas.

Muchos proyectos que precisan financiamiento del BM u otros entes internacionales, están sometidos ya a una evaluación de conformidad con exigencias ecológicas. Un ejemplo: Brasil, posiblemente, no recibirá financiamiento para la construcción de la represa BALBINA, pues políticos en países industrializados, que son los responsables de aprobar la solicitud, consideran la opinión pública y la de sus electores, quienes cada vez más decididamente presionan para que no se violen las leyes ecológicas sin preocuparse que la moneda tiene dos caras.

Se podrían aceptar restricciones por parte de los países productores, pues, en el fondo, la preocupación es válida; si los países inquietos ofrecerán a cambio, en vista de su corresponsabilidad por nuestro globo, alivios esenciales, por ejemplo: promoviendo la apertura de sus mercados, abandonando el proteccionismo, realizando la transferencia de tecnología y capitales, y / o efectuando la condonación parcial de la deuda externa para, de ese modo, sustituir exportaciones de madera por otros productos no tradicionales.

La ayuda de “patronizar” reservas forestales como en el caso del Beni, o desarrollar ciertos programas de conservación de bosques, no soluciona el problema en el fondo, más bien tiene similitud a los “parches” con los cuales se intenta “solucionar” el problema de la deuda.

Queda una duda: ¿Será que se puede cambalachear protección de la ecología por mercados abiertos, joint-ventures ó condonación?

De todas maneras, la ecología es un talón de Aquiles muy sensible.

fecha: 2001-07-28 23:42:23
autor: Willi Noack

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