La felicidad fácil, o bases de desarrollo

La felicidad fácil, o bases de desarrollo

Autor: Willi Noack

Publicado: SECCION 100, 11.03.1989

Tengo el gran deseo de relatar una notable charla, que solo aparentemente sale de la temática que estamos acostumbrados a tocar en los carrilles de SECCION 100.

Es evidente que yo puedo dialogar con más facilidad que los nativos con visitantes europeos en nuestro país, pues son menores las barreras idiomáticas y, además, estoy bien familiarizado con los esquemas o rasgos de pensamiento y de vida cotidiana, lo que me ayuda a adivinar inquietudes, curiosidades, preocupaciones, en fin, objetos de su “hambre por información”.

Encontré en Guyaramerín, hace pocos días, a dos daneses, un estudiante de biología, actualmente trabajando en Gronlandia en un proyecto de preservación de las ballenas (ecologista de hecho y no sólo de garganta…), y a una estudiante de medicina. Gracias al LAB, teníamos larguísimas horas de espera a nuestra disposición para sostener animadas charlas concentradas, como de costumbre, en situaciones similares, en lo sorprendente e increíble que perciben los extranjeros al llegar a encontrarse con este gran país que es Bolivia y que no es nada fácil de entender.

Mis interlocutores eran jóvenes europeos, inteligentes, sensibles y tristes por no poder comunicarse en español, hablando un inglés con muchos matices, francés y algo de alemán. (Me permito hacer un comentario: el español es un idioma poco hablado en Europa, desventaja para nuestros exportadores.) Estaban inquietos por no entender mejor muchas cosas que habían visto y vivido, sin captar los “por qués”, lo que es en parte culpa de su guía turística en inglés, con el título “Sobrevivir en Bolivia”, como si fuese un hecho ineludible e indiscutible que aquí su vida está en peligro; en fin, esta guía (y sus similares) avisan donde se come a precios baratos, etc., pero apenas tratan de proporcionar acertadamente una información explicativa y orientadora. Hay guías enfocando netamente lo material: “Latinoamérica a US$ 5,- por día”… En siglos pasados, viajar era un privilegio de los educados, como von Humboldt, pero, hoy en día, es un pasatiempo barato para todos y muchos no captan lo que han encontrado y alimentan los clichés de siempre.

“Sobrevivir en Bolivia”, título vergonzoso de verdad.

“Sólo una amistad, congeniando con los vivientes, permite observar las verdaderas interrelaciones existentes entre un país y su población; observar todo desde afuera resulta una imagen irreal y precipitada” (Stefan Zweig, Die Welt von gestern, Erinnerungen eines Europäers).

Los visitantes daneses querían llegar más al fondo. Imposible relatar en detalles las muchas tesis y antítesis, mencionar las soluciones que recomendaban y los motivos por los cuales no son aplicables.

Muchas de sus ideas se basan en la realidad de países europeos, han sido probadas allá.

De pronto me veía enfrentado con la necesidad de ordenar mejor mis pensamientos, según mi criterio estas ideas y principios europeos no pueden ser transferidos así no más, comprobados allá y útiles para organizar en otros países la vida pública, los negocios y la vida privada, minimizando conflictos y garantizando un buen funcionamiento de la convivencia de todos.

Reitero que las largas horas de diálogo y discusión no se pueden resumir en pocas palabras, tengo que ejemplificar, corriendo el riesgo de perder muchas sutilezas del intercambio de opiniones.

¿Por qué son inaplicables muchos de estos principios?

Hay aquí, por ejemplo, el fenómeno de la corrupción corriente y común, versus un alto grado de cumplimiento del funcionario estatal europeo.

Niego que este comportamiento distinto se deba a diferencias étnicas, racistas, etc. resultando de distintas “cualidades humanas”, se debe solamente, por lo menos principalmente, al resultado de una evaluación fríamente hecha por el uno y el otro; si se descubre el acto ilícito del funcionario europeo, perdería su carrera, asegurada durante toda su vida, con ascensos automáticos, con muy buena remuneración y un muy atractivo pago de jubilado hasta su muerte; además sería someterse a un juicio penal y sufriría sanciones sociales.

Comparamos esta situación con la de nuestros funcionarios y sus “pegas cortoplacistas y mal pagadas” para, al tiro, entender que un bajo o alto grado de corrupción nada o poco tiene que ver con la raza, etc., sino con las reglas del juego que se han dado los pueblos.

Tocando el problema de la ecología.

Cuán fácil es criticar el chaqueo con fuego, “crimen” cometido por una persona sin alternativa, luchando por su sobrevivencia y cuán arrogante suena lamentar la destrucción de los “pulmones del mundo”, pensando en los 70 millones de toneladas anuales de gases de escape (emisión de dióxido de azufre y dióxido de nitrógeno de sólo 8 países), los mayores contaminantes del occidente (fuente: Deutsches Allgemeines Sonntagsblatt, Hamburgo, 7.7.1989). Si los ciudadanos de estos países vivieran en mayor conformidad con los requerimientos ecológicos, perderían algo de su altísimo nivel de vida; mientras que en muchos casos en nuestro país no existe ninguna alternativa, siendo el cultivo nómada la única fuente de existencia para el hombre que carece de medios y de conocimientos.

Llegábamos a un primer resumen: las políticas deben ser factibles, siendo ésta la “condicio sine qua non” para que una norma del quehacer humano en un determinado marco-entorno tenga éxito; no se trata de transferir conceptos, decretar normas, sino poder implementar y hacer obedecer las normas.

Los dos visitantes estaban bastante sorprendidos al mencionarles que durante su visita en Bolivia rigió el estado de sitio. Debo una explicación: para un europeo, el estado de sitio es sinónimo de caos, imposibilidad de gobernar un país, causa de pánico, en fin, se trata de una situación que el gobierno, con sus fuerzas regulares de orden, respetando los derechos fundamentales garantizados en la Constitución Política del Estado, no puede domar. Una situación tan grave casi nunca ocurre allá y, consecuentemente, el estado de sitio está considerado como una “ultima ratio” de la política, pues estos países cuentan con un aparato estatal de impecable funcionamiento, con una omnipresencia del Estado y una población que, pese a toda antinomia de intereses grupales, casi sin excepciones, respetan la Constitución. Les invito a comparar, amigo lector!

Factibilidad existe si una norma (ley, D.S., comportamiento, etc.) por la ventajas otorgadas en el buen cumplimiento es considerada atractiva, o si se aplican sanciones drásticas, en el caso de no acatarla. Nota bene: Aplicar y no sólo amenazar. La aplicación de sanciones representa en nuestro país, tan vasto, sin mucha infraestructura y, sobre todo, sin la total presencia de órganos de seguridad (policía), a veces una pura teoría; y en la otorgación de ventajas (por ej.: subsidios, premios) pueden incurrir manipulaciones, abusos y fraudes. Para concretar o puntualizar estas deliberaciones generales, hay que pensar en el fenómeno del cultivo de la coca y su erradicación.

¡Pero se debe cambiar, mejorar la situación! ¡No puede ser que eternamente sigamos en lo mismo!

Nuestra discusión honradamente preocupada y sanamente moral, se convirtió en una normativa.

¿Qué es lo que buscamos o, más preciso, qué buscan europeos y qué deseamos nosotros?

¿No será que todos, sin distinción, buscamos la felicidad como un objetivo máximo?, “expresis verbis” mencionado en la Constitución de los EE.UU.: “el mejor bienestar para el más gran número de gente” (algo en este sentido).

Muy bien, de acuerdo, pero, ¿cómo medir la felicidad? ¿Será que sirve como parámetro-padrón la cantidad de teléfonos por cada mil habitantes, o el Producto Interno Bruto (PIB) per cápita; en nuestro caso no olvidándose del PIBI, es decir del PIB informal? ¿O a través del porcentaje de analfabetismo y de medicina preventiva?

De repente, existe felicidad sin posesión de bienes suntuarios. Un pequeño lustrador de zapatos, en toda su miseria económica, tal vez es más feliz que un muchacho europeo de la misma edad, quien vive sin semejantes problemas económicos. (Resulta que nuestros amigables visitantes habían encontrado uno de estos muchachos: inteligente, vivo, agradable y lo querían; uno de estos lustradores alegres, nada desesperado, aparentemente feliz, lo que ellos mismos admitieron.)

El hecho es que un hombre bien pobre, en su minimundo de carencias materiales, puede vivir muy feliz y, por lo tanto, no emprende esfuerzos serios para adquirir más riqueza material, pues significaría dejar su vida de “pobre”, pero que le satisface. He visto este fenómeno tantas veces que he llegado a la conclusión de que hay, por un lado, pobreza de tipo fuerza mayor, pero hay, por otro lado, mucha pobreza por falta de esfuerzos del individuo para superarla. Los expertos y sabios extranjeros pretenden poder comprobar con datos estadísticos, por ej. del PIB/cápita, que el lustrador vive bajo el mínimo de su existencia, es decir, en pobreza; pero de esta manera no pueden medir su felicidad. Además, estos datos estadísticos son cuestionables, pues no consideran la importantísima generación de ingresos del sector informal, tanto legal como ilícito, un hecho lamentable, pero una realidad económica.

Una segunda conclusión clave: evidentemente mucha “pobreza material” resulta de una conformidad con la actual situación en que se halla la persona, por más que sea marginal en términos de posesión de bienes, y por esta autosuficiencia no se desencadenan actividades con fines de superación.

Posiblemente, se pueden explicar los logros (al estilo del ave fénix, saliendo de las cenizas), de los alemanes de la postguerra o los logros de las cuatro naciones asiáticas, los llamados “tigres”, solamente con el hecho de su macro-entorno diferente, con sus condiciones de vida (¡clima!), con sus aspiraciones ambiciosas, y que ellos no asignan importancia a la felicidad pequeña, inocente y fácil como lo hace nuestra gente, pues aquellos sólo se sienten felices cuando cuentan con un completo surtido de bienes, dando crédito a lo que insinúa la publicidad televisiva: “tienes que fumar Marlboro para ser un gran tipo…”

“The affluent societiy” (la sociedad en abundancia), así lo llamó John Kenneth Galbraith, es un mundo aparte al nuestro, pero está “ante portas”. Pero, ¿cuándo tienes el equipamiento “completo”?, ¿con dos o tres o cuatro coches?. ¿Cuándo tienes todo para estar feliz? Los deseos son insaciables. Por falta de poder adquisitivo, enseñan los economistas, quedan con los deseos ambiciosos nunca satisfechos y, por lo tanto, no se logra la felicidad.

Todo eso, bien entendido, era un intercambio de ideas, no se trataba de estudios sociológicos, más bien percepciones muy subjetivas, personales, de nosotros tres.

Sin embargo, si estuvimos realmente en lo correcto, asumiendo que mucha gente se siente feliz en posesión de muy pocos bienes materiales (“sin fortunas”), o sea, siendo “ricos pobres” y, tal vez, más felices que la gente de pueblos ricos, anhelando más u más riqueza todavía, siendo “pobres ricos”; nosotros difícilmente podemos lograr los milagros económicos de los mencionados países, pues falta el ímpetu, el motor, la motivación. Dormimos tranquilos y felices en nuestra hamaca, mientras los otros construyen. Recuerdo haber leído estudios científicos sobre la influencia de la religión sobre el desarrollo económico y veo muchas paralelas. Vivir para trabajar versus trabajar para vivir.

Parece que los pobres felices o autosuficientes tienden a perder el avance económico, o, utilizando palabras fuertes para provocar intencionalmente: se precisa más ambición, envidia, frustración, materialismo, vanidad, etc. para desencadenar procesos de desarrollo. ¿Vale la pena desearlo? Ponderamos bien, ¿qué vale más?

Resumen de una charla, puntos de vista, opiniones, con exageraciones y en base de experiencias personales de sus participantes: resumen indiscreto de ideas, nada más.

fecha: 2001-07-28 23:42:23
autor: Willi Noack

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