Alegato contra la sociedad de consumo

Autor: Willi Noack

Publicado: SECCION 100, Separata de El Deber, 13.06.1989

(Escrito en el Sur de Francia)

Como “ex-outsider”, pero a la vez con el cuestionamiento resultante de una cierta distancia hacia este fenómeno social, he participado durante cinco semanas (Alemania, Francia) en la vida de la “sociedad de consumo”. ¡Basta ya!, fue la conclusión final. ¡Ojalá que tarde mucho la “subdesarrollada sociedad boliviana” en convertirse en “sociedad desarrollada”!

Es un grave error asumir que desarrollo significa, única y exclusivamente, desarrollo económico. Los economistas nos hemos fijado demasiado en la ecuación: Desarrollo es igual a crecimiento económico (más empleos, más PIB), que se refleja en el número de autos, teléfonos, lavarropas, televisores, etc., por cada mil habitantes y, claro está, estabilidad monetaria.

Para prevenir una mala interpretación, argumentamos afirmando que estos son y deben ser los objetivos de cualquier política económica pero … ¡no a cualquier precio!

Si un ciudadano consumidor logra participar en el “carrusel” de ganar para gastar, ganar para gastar, ga…, vive una vida cómodamente mecanizada, de lujo, a todo dar. Su posición social está definida por el monto de dinero que puede gastar mensualmente para pagar hipotecas, escuelas, clubes sociales, ropa, artículos suntuarios, etc. La tensión nerviosa existe en pensar si, por algún motivo (quiebra de su empleador, fracaso profesional, vejez, enfermedad, coyuntura económica) no ganará lo suficiente para solventar todas esas obligaciones creadas; si caerá en el abismo social, pues bajar la escalera social es algo que no está previsto. Esta tensión es más fuerte aún si el alto nivel de vida personal está financiado con deudas, cosa que sucede en la mayoría de los casos.

Además de verse obligado a subir el “carrusel” de consumo, cuya butaca y boleto de entrada cuestan muy caros, existe otra “obligación” dentro de las reglas de juego de esta sociedad: ser líder-consumidor, es decir, lucir el rango social con consumo ostentoso. (Haciendo un pequeño paráfrasis, hay ciertas capas sociales en Santa Cruz que imitan ese juego social: “no es oro, o es prestado, todo lo que reluce”.)

Automáticamente, surge del juego una envidia social que ejerce una gran fuerza (ímpetu) para que la velocidad del “carrusel” no disminuya. Es así que se desencadena toda la fuerza de la economía del mercado, produciendo las altas tasas económicas favorables.

El turista de Bolivia, con sus pocos billetes verdes, se ve de pronto inmerso en el rol del marginado, con todas las frustraciones del niño que ve el “carrusel” girando, sin tener los suficientes pesos para poder subir.

¡Pucha!, es feo ser marginado en la sociedad de consumo (y en cualquier otra). Lo único que ellos hacen es consumir y el que no puede hacerlo está “out”, no sólo como consumidor sino también como individuo, pues el individuo vale tanto como consume.

Algo queda bien claro: “Alto desarrollo económico no es sinónimo de felicidad, que no se compra”. El rico, en este terreno, puede ser el más pobre, y viceversa; depende de los parámetros que se usan al medir.

Con fines de impactar y mejor entendimiento, se ha pintado todo con colores muy fuertes. Como aclaración, vale la pena decir que NO TODA la sociedad vive bajo el régimen del consumo. Un 10 a 20% rechaza ese juego.

fecha: 2001-07-28 23:42:23
autor: Willi Noack

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