Escrúpulos (o: de las penas de un comentarista)

Escrúpulos (o: de las penas de un comentarista)

Autor: Willi Noack

Publicado: SECCION 100, Separata de El Deber, 10.04.1990

Hace poco, me encontré con un colega del medio de comunicación, un comunicador social de verdad, a quien

admiro por su clarvidencia, su don de sintetizar, su valor cívico de criticar y otras cualidades profesionales.

A propósito de “críticas”: cuando nosotros criticamos es por ser “constructivos”, pero automáticamente uno se siente obligado a reconfirmar públicamente y con énfasis el ser positivo en sus motivaciones, por más que se sienta molesta, enojado, dolido, etc. Sin embargo, esta palabra “constructiva” revela el drama de la crítica, del comentario crítico, de la expresión de la opinión en general: ¿es la disculpa pública?, ¿tal vez expresión de una incertidumbre?, ¿me van a perdonar si opino o critico fuera de la corriente?, que es el consenso tácito sobre ciertas normas, sean buenas o malas.

Sobre este tema giraba nuestra charla, sólo aparentemente de poco interés general para un público lector, pero no es así, estoy convencido de que no es así, más bien se trata de un tema de fondo, que quiero explicar.

¿Se puede tocar, profundizando, un tema que todos – entre amigos – comentan, tratándose de un tema “tabú” (según el Rencés: caso prohibida o vedada), por lo menos un tabú para tratarse públicamente? ¿El tema tabú esta excluido de un tratamiento público, por más que haya necesidad y caso obligación de analizar un determinado fenómeno.

Temas “tabués” son actualmente, para nombrar algunos y ejemplificando, el cooperativismo en teoría y práctica, el poder de “pressure groups” dentro de un contexto democrático; mientras al parecer el tema “justicia social” ha dejado de ser tabú.

Tabú es además, para dar otro ejemplo, la hipocresía, la doble (o triple) moral, los conceptos erróneos en la educación, el machismo, o sea, temas que se pueden tratar siguiendo el estilo de siempre, no identificando el origen, la causa, sino sólo tratando los síntomas en forma muy superficial y, sobre todo, anónimamente. Al no identificar el origen y la causa, estamos mintiendo públicamente, se pretenden curar síntomas son erradicar el mal de fondo; algo parecido al tratamiento médico cuando el médico no sabe diagnosticar acertadamente el origen de una enfermedad.

¿Estamos condenados a formular ideas en forma cautelosa, léase “tibia”, utilizando una forma del verbo que también es bien reveladora, el pasivo (“se ha perdido”, “se ha robado”), como si no hubiera un autor responsable, hablando en el anonimato?

¡Comparemos esta forma de decir las cosas con la forma de criticar, tanto en el Oeste (Watergate) como – recién – en el Este (gracias a la Glasnost), para darnos cuenta que la crítica tibia predomina en nuestro medio! ¿Será para no quemarse, no hoy ni en un futuro, pues las personas criticadas probablemente serán las “pudientes” de hoy y de siempre?

¿Será que realmente es un bueno consejo lo que leemos en muchas oficinas y despachos de nuestra ciudad, y que es el proverbio árabe que aconseja: no digas todo lo que sepas?

Evidentemente, se precisa “destabuizar” los tabúes, pero, ¿quién lo hará? Es cuestión de coraje, dedicación profesional, ¡y significa lucha!

Quién se atreve romper un tabú corre serios riesgos. En el pasado, se llegaba a la expulsión, hoy, felizmente, en un clima más permisivo, se puede concientizar e intentar a coadyuvar a la sociedad para lograr el progreso y el desarrollo, pero, ¿qué garantías hay para que el crítico no sea castigado mañana por sus buenas intenciones?

Felizmente ya existe un incremento en la aceptación de las críticas, siempre y cuando no se toque el hemisferio de los super poderosos, en una sociedad que pretende convertirse en pluralista, donde rija más tolerancia y justicia social, léase: el mismo derecho para todos.

A veces, uno pisa encima de terreno minado son darse cuenta, para aprender rápidamente que se equivocó de camino. El dragado de minas, con o sin intención, es tarea imprescindible. ¿Quién será el “Superman” que se encargue de esta tara peligrosísima, si el tabú es “cosa prohibida”?

Diría que la existencia de críticas solamente “tibias”, es un padrón para medir el grado de la democratización y libertado que rige en un país, tanto en los que recién se abrieron a la democracia, como en el nuestro.

Es un deber observar lo que merece ser observado, acusar las barbaridades cotidianas con el propósito de mejorar las cosas, y para estos fines hay que tener una pluma llena, a veces de ácido o veneno, y bien afilada, pues hay cosas que deberían y deben cambiarse: como también hay cosas que no deben cambiarse aunque se estén cambiando, por ej.: los buenos valores tradicionales y la identidad cultural, que son valores indefensos y sujetos a rigurosos ataques bien camuflados.

Los comentaristas cautelosos, con su crítica tibia, deberían observar más puntualmente e identificar con más precisión causas y orígenes, denunciar con menos disimulo, ya que demasiadas veces el mensaje se oculta entre las líneas de un comentario. Deberían hacerlo, pero ¿pueden? No basta la confesión de labios afuera a favor de la democratización, más bien es ineludible generar más tolerancia en aceptar la crítica (por supuesto, constructiva) lo que comprobaría que la democracia y la libertad de opinión es un anhelo genuino.

Para finalizar, permítanme alegrarles con un chiste inocente:

En un micro, un músico estaba leyendo una partitura. Un agente de la policía secreta, asumiendo que las notas eran una escritura cifrada, arrestaba al músico bajo la acusación de ser un espía, pese a las declaraciones juradas del mismo que se trataba de una fuga en C menor de Johann Sebastian Bach. Al día siguiente comenzó el interrogatorio del reo. Un comisario de la policía secreta le gritaba amenazando: “¡Ya no mientas más! ¡Quiero saber todo! ¡Bach ya ha confesado!”

fecha: 2001-07-28 23:42:23
autor: Willi Noack

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