¿Una nueva “lucha de las clases” o una recién descubierta “nueva conciencia social”?

Autor: Willi Noack

Publicado: SECCION 100, Separata de El Deber, 11.12.1990

Somos testigos de eventos que ya han llevado a la violencia física y que merecen ser tema de algunos comentarios: como la aparición de las etnias en la vida pública, y que se ha manifestado en la “marcha” conflictiva de Guarayos. El CIDOP se ha hecho más conocido que la Coca Cola o el Sida. ¡Quién no ha vista las fotos del Excelentísimo Presidente de la República, como “tata presidente” con su chulo, charlando con los grandes caciques!

¿Foklore o nuevo estilo del dirigente de un estado democrático moderno? ¿Conflicto de fondo o la pelea micho de costumbre? Según las respuestas, varía la atención que se debe prestar al fenómeno.

Al parecer, se trata de eventos que merecen la máxima atención.

  1. La sociedad está compuesta de grupos. Cada cual intenta maximizar su propio bienestar mediante métodos con los que busca convencer a la mayoría de la sociedad, a los partidos políticos y a los medios de comunicación; y pretenden justificar sus reclamos de diferente índole, que casi siempre consisten en más participación en el PIB o en la consecución de más derechos.

Para planificar los reclamos, existen métodos aceptados por la constitución (CPE) y métodos que son ilegales.

La representación de las exigencias de un grupo está a cargo de una central que puede funcionar democráticamente y ser controlado por la mayoría o, a veces, por entes que se ponen a a cabeza de un movimiento que todavía no está en marcho, pero que después de una campaña de concientización y movilización, se convierte en un factor social. Los grupos se sirven de una “Lobby” de agentes que promueven fines para lograr objetivos. Se llama Lobby en Inglés y significa la antesala de los despachos gubernamentales donde, por costumbre, paran.

2. Mientras exista respeto por la CPE, es totalmente legítimo que los grupos intenten mejorar la situación económica y social de sus miembros. Por supuesto, inevitablemente aparecen conflictos; muchas veces, un grupo para conseguir algo tiene que quitárselo a otro. De ahí a la lucha de las clases no hay más que un paso.

3. En gran medida, es el resultado del “arte” de todos los ciudadanos que forman un estado democrático, el resolver pacíficamente los conflictos entre sus grupos; sin recurrir excesivamente a las últimas medidas legales ( y, por supuesto, abstenerse de medidas ilegales). La paz social existe en forma de consenso mayoritario en que los intereses están en equilibrio (todos mal o todos bien, depende del punto de vista).

4. El arte de los dirigentes consiste en la sabiduría de buscar y encontrar este equilibrio armónico, que debe orientarse en el bienestar del conjunto. De nada sirve satisfacer solamente las demandas de un grupo, y mucho menos como resultado del ejercicio de una presión (chantaje)

Al Estado le toca el papel de moderar. Debe concertar entre los grupos y evitar pérdidas que van en contra del conjunto, como resultado de conflictos que no se logran resolver. Las estadísticas muestran que hay pueblos que pierden anualmente millones de días laborables, mientras otros viven en paz social, y con un PIB superior.

5. Moderar entre grupos, resolver conflictos en forma duradera y justa, evitando el uso de la fuerza física, es el gran arte del Estado y que se manifiesta en la calidad de las disposiciones legales: otorgando derechos, participaciones, obligaciones, contribuciones … mayoritaria y duraderamente considerados justos.

6. Pero, ¿qué es justo? Ejemplificando y simplificando, podemos considerar el voto de un pueblo en elecciones libres como la expresión de esta palabra clave, que es “justo”. Los partidos políticos (que son la representación de un grupo, atendiendo a éste como su “clientela”) reciben, en la medida que llevan porcentajes en la victoria electoral, la aprobación por parte de sus postulantes. Después de cuatro (o cinco) años, el pueblo define nuevamente si está de acuerdo o no con la resolución de conflictos intergrupales: el voto del pueblo expresa conformidad (o no) con la política, sabiendo que en gran medida predomina la política social y la redistribución de la renta entre todos los integrantes del pueblo.

Sin haber hecho este recuerdo de las bases de la democrácia, no se puede formar un criterio de lo que ocurre actualmente con los reclamos de los grupos étnicos.

Se trata de un grupo más de la comunidad, posible y probablemente “olvidado”, pues no tenía su “Lobby”, su representación, su organización para concentrar los dispersos integrantes y expresar sus legítimos reclamos. Por lo tanto, ha aparecido un grupo que hasta ayer no existía como tal, y pide la participación justa en la vida social.

Ahora, le toca al Estado atender a este grupo dentro del contexto del conjunto.

¡Ahí surgen las dudas! Se sabe que la protección de la naturaleza y los asuntos ecológicos (fauna, flora, ¿e Indígenas?) está muy de moda en los países industrializados, y hay considerables cantidades de dinero dispuestas para financiar políticas relevantes.

Tengo la impresión de que a los ricos les gustaría conservar en forma total y absoluta esta armonía, como a un documento histórico o jardín zoológico, tapándola con una campana de vidrio.

¿Y los derechos de estos pueblos de fomentar su propio desarrollo?

Donde hay ofrecimiento de plata, existe la tentación de comportarse como niño bueno para conseguirla, mostrándose a favor de los deseos de los platudos. Sin embargo, debe tener prioridad una política del desarrollo nacional que respete justificadas normas de protección y conservación del hábitat por un sano interés propio, pues queremos aprovechar nuestros recursos naturales a perpetuidad. Pero renunciar al aprovechamiento de las casi únicas riquezas que tenemos por querer complacer a las demandas (y presiones) de los países industrializados, es lo que el ex presidente del Brasil, José Sarney, calificó como “injerencia” y “neocolonialismo”.

Como se ve, hemos tratado el tema de buena fe. Sería diferente si, en las próximas semanas o meses, se comprobara que la lucha de un grupo “olvidado” tiende en realidad a perseguir otros intereses, es decir, una lucha para cambiar la sociedad a través de tumbar la CPE, etc., y hay indicios de que este propósito, sospechado por alguna gente, no es totalmente irreal: como la “lucha de las clases” hoy no tiene coyuntura – ¡viva la lucha de las “razas”!, como continuación para derrocar un modelo socio-económico rechazado. El estudio de los panfletos distribuidos por los defensores de la causa de los indígenas respalda la inquietud.

El gobierno debe estar consciente de que cualquier ley, como forma concreta de políticas declaradas, debe, lejos de la miopía, enfocar el conjunto nacional; debe procurar la compatibilidad entre las políticas de fomento (ley de inversiones, proyecto de promoción de inversiones, ley de hidrocarburos, ley de la minería) y una sincera preocupación por la ecología en el más amplio sentido.

No puede y no debe existir un concepto del gobierno para desarmonizar distintas actividades. Si queremos incrementar la producción agropecuaria, la producción minera, la implementación del Plan de Acción para el Desarrollo Forestal (PADF), etc., no podemos proteger sentimentalmente a ciertos grupos, como los indígenas, quitando las bases operativas a los otros proyectos. Satisfacer exclusivamente las demandas imperativas de un grupo, hace daño a la comunidad en su conjunto.

Hay que concertar entre los grupos, moderar, buscar consenso y no hacer caso a los que más gritan y presionan.

Además, la disponibilidad de recursos financieros define el marco de la factibilidad.

La confianza en la seriedad de la política es lo condición ineludible para la inversión, sin la cual no hay crecimiento económico.

fecha: 2001-07-28 23:42:23
autor: Willi Noack

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