¿Crisis coyuntural o estructural…?

¿Crisis coyuntural o estructural…?

Autor: Willi Noack

Publicado: La Gaceta del Norte, No. 12, Editorial, 2nda semana de agosto de 1992

No hay duda de que estamos frente a una dura crisis económica. La recesión la soporta casi todo el Estado boliviano, y se siente aun en los centros económicos o financieros mundiales. Pero la nuestra resulta con más serias consecuencias que otras anteriores, debido a que toda región amazónica depende casi exclusivamente del menor o mayor precio de la castaña, precio que simplemente hoy no alcanza y por lo tanto, nos sitúa a las puertas de una catástrofe.

No somos alarmistas, pero conviene reflexionar seriamente sobre esta crisis de la castaña, que en definitiva resulta ser la crisis de un vasto conglomerado social.

Los economistas y organismos del gobierno seguramente no evaluarán la situación en toda su dimensión y tampoco profundizarán sobre las motivaciones y consecuencias de esta crisis. Y surge de manera inquietante la pregunta: ¿Se trata de una crisis coyuntural o de una crisis estructural?

La una difiere de la otra y, por consecuencia, las medidas tienen que ser tomadas de forma diferente para encararlas. Como medio de comunicación social y como hombres emergidos de esta problemática, somos conscientes del impacto social y económico que representa la falta de mercado de este producto y somos solidarios con la postura empresarial de evitar el cierre total de la virtualmente única fuente de trabajo de más de 250.000 habitantes de la región norte-amazónica boliviana; por eso estamos comprometidos con la búsqueda de soluciones globales y comunes.

Pero salta a la vista el imperativo de analizar las causas de tal crisis a la luz de la estructura empresarial, de su capacidad instalada, de la demanda, la oferta y, en fin, a la luz de todos esos factores que constituyen la totalidad de un aparato productivo, industrial y de mercado.

Si se ha instalado desmesuradamente la estructura industrial, y la demanda ha decrecido, tendrá que reducirse la sobre-capacidad con el consiguiente sacrificio de algunos oferentes económicamente más débiles, o de contrario, agrupar los intereses empresariales, asociarlos, crear una cooperativa o adoptar medidas que lleguen a controlar el flujo de la sobre-oferta que ha desestabilizado el mercado de este producto.

Obviamente esto supone capital de sustento proveniente de sus propias fuentes o del gobierno que tendrá que canalizar un programa de aliento para lograr el objetivo. Básicamente los industriales piden a gritos un “colchón” que les permita subsistir mientras el mercado internacional se componga, pero no sabemos si esta “subsistencia” incluye mantener abiertas las beneficiadoras que amenazan con cerrar, lo que implicaría también mantener las fuentes de trabajo, o si se seguirá comprando castaña en cáscara para posibilitar la fuente de sustento del productor-recolector campesino. En fin, existen aún muchos factores condicionantes para determinar si esta crisis debe ser encarada coyunturalmente o de forma tal que se recomponga la estructura misma del aparato productivo e industrial.

Somos conscientes de que el empresario corre riesgos que debe asumir, y que en los tiempos de vacas gordas (que los hubo) este empresario tendría que haber sido previsor para los tiempos de vacas flacas. Pero ojo, de un modo u otro, esta actividad empresarial y su crisis afecta a todo un conglomerado social, y eso no lo puede desoír el gobierno, ni nadie. Si bien es cierto que el riesgo y la ganancia es del empresario, no es menos cierto que su esfuerzo e inversión ha posibilitado históricamente “conquistar” extensos territorios, que a fines del siglo eran “vírgenes”, aún no hallados por el hombre y que hoy, cien años después, continúan siendo el principal argumento de soberanía en estas aún despobladas soledades patrias.

He ahí la razón y la fuerza de nuestra posición. El empresario tiene que recomponer su estructura de costo, su capacidad instalada y de oferta, así como prever sus márgenes de ganancias para la época de crisis. No todos los industriales tienen un costo de producción igual, o un margen de utilidad similar, y se trata ahora de uniformar y conjugar estos intereses empresariales con el interés y costo social que ello significa. Sería una necedad desconocer el esfuerzo que hace este sector empresarial, que opera casi siempre con elevados costos financieros, pero tal sacrificio no está desligado del esfuerzo social del productor campesino y de la mano de obra fabril que posibilita completar el círculo de producción de una región que depende en gran manera del buen manejo de este negocio.

Estos factores, además del fin de preservar la soberanía nacional en estas alejadas soledades patrias, constituyen poderosos argumentos que el gobierno debe sopesar para acudir en auxilio y enfrentar una crisis que amenaza con despoblar el norte-amazónico.

Estos son buenos argumentos para encarar la situación con medidas urgentes, antes que sea demasiado tarde.

fecha: 2001-07-28 23:42:23
autor: Willi Noack

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