El lado oscuro de la globalización

El lado oscuro de la globalización

Autor: Willi Noack

Publicado: El Nuevo Día, 12.08.98

Cuando cayó el mundo socialista, era manifiesto: No hay modelo mejor vigente que la economía de libre mercado. Su base teórica fue diseñada por Adam Smith (1723 – 1790) y David Ricardo (1772 – 1823) enseñó la supremacía del libre comercio. El “liberalismo de Manchester”, del siglo XIX, produjo bonanza, pero a la vez miseria para las masas, acertadamente denunciada por Carlos Marx (1818 – 1883), hace 150 años. Actualmente vivimos un renacimiento del liberalismo, ó del neoliberalismo, en todas partes del globo, léase: globalización. Este modelo, con su Lobby en las esferas más poderosas del mundo, está venerado por la gran mayoría de los poderosos como dogma único, como la ideología sin alternativa del siglo XXI, con características de una seudo religión. Contra tanta conformidad no prosperan dudas ni críticas y, estando la temática muy compleja y complicada, resulta muy difícil el análisis del fenómeno “globalización”; se precisan muchas informaciones y conocimientos, sobre todo macroeconómicos, para sacar conclusiones acertadas.

Para prevenir cualquier malentendimiento: La economía del mercado ha demostrado su eficiencia, de lejos superior a la economía planificada, pero por eso no es así nomás un modelo triunfador, más bien sobran pruebas que el neoliberalismo globalizado es peligroso, lo que se pretende demostrar en este ensayo.

El paradigma del régimen ilimitado del mercado exige la privatización, la liberalización y la desregularización. El lema es: ¡Qué las fuerzas de demanda y oferta busquen en el mercado su equilibrio; tanto Estado como absolutamente necesario, mejor tan poco posible! Este mecanismo es bueno para los buenos, y funciona, dadas una serie de condiciones, como por. ej. bajos índices de corrupción y evasión tributaria, fuerza laboral capacitada, disponibilidad de capital financiero, know-how, infraestructura, conocimientos e información, etc.!

John Kenneth Galbraith, famoso economista norteamericano, tituló uno de sus libros “La sociedad de la satisfacción”, donde los ya satisfechos hacen políticas que concentran aún más las bondades en manos de los privilegiados. Galbraith critica fuertemente el neoliberalismo vigente en los EE.UU. y sus efectos desastrosos para la sociedad, donde rige un darwinismo económico, el egoísmo y el materialismo. El mecanismo del mercado hace que la inversión va donde hay mayor rentabilidad. Se desencadena una concurrencia entre países para captar estas inversiones, ofreciendo los costos de producción más bajos, sacrificando remuneración del trabajo y aceptando destrucción del medio ambiente.

A las poblaciones afectadas nada les sirve el argumento bastante cínico que la “globalización” obliga a sacrificarse para que los inversionistas opten para un determinado país: El “culpable” es anónimo, es el sistema, no hay opción. De esta manera, los grandes “multis” superan en poderío de lejos a muchos Gobiernos, sobre todo los dueños de capitales volátiles (“hot money”), imponen su regla de juego, humillando a los Estados por su impotencia. Un ejemplo: La empresa General Motors tiene un volumen de ventas de unos 165.000 millones de US$, igual como el PIB de Indonesia, país con unos 200 millones de habitantes.

Capital no tiene conciencia humanitaria, tampoco conoce responsabilidad social, solidaridad del fuerte con el débil (ojo: con el débil, no con el flojo), protección ambiental por respeto del colectivo social reconocer garantías mínimas de bienestar social no van con el único objetivo egoísta: maximizar la ganancia y el lucro para el capitalista, aumentado el valor de sus acciones en las empresas. El conflicto entre intereses de pequeños grupos afortunados y los intereses colectivos de la gran masa de los marginados, tiene en el modelo del neoliberalismo un sólo ganador; la crisis en Asia respalda esta afirmación.

Reiterándolo: No se trata del asistencialismo, donde vive el flojo y pícaro del trabajador; sí se trata de la ayuda condicionada a la auto-ayuda.

El Estado es imprescindible para velar sobre los intereses colectivos. Al neoliberalismo conviene un Estado con funciones reducidas al mínimo, pues, supuestamente, el mercado sabe solucionar todo, pero el mercado no se preocupa por los marginados. El Estado debe normar, regularizar y fiscalizar en lo económico y redistribuir en lo social, reza el Plan General de Desarrollo, PGDES, vigente. El Estado debe garantizar que se cumplan normas (¡mortandad de peces!), que se contribuye para recaudar los fondos necesarios para financiar obras del interés colectivo. El Estado debe garantizar el cumplimiento legal e insistir en la solidaridad, para convertir el neoliberalismo peligroso en una economía social del mercado. Es mentira que el mercado produce felicidad para la gran mayoría de la gente, pues produce bienes y servicios, pero sólo para los que tienen poder adquisitivo. La estadística es tramposa y engañosa: El crecimiento económico cruceño de unos 9% anuales es favorable cuando se reparte entre muchos, a lo mejor, entre todos. Es peligroso que la ideología generalizada y de moda del neoliberalismo puro y ortodoxo produce desigualdades, brechas anchas y profundas, y la peor injusticia social es la falta de trabajo: Así se acumula dinamita social en una bomba de tiempo que puede estallar cuando un gobierno exige más sacrificios de la población obedeciendo los postulados de la lógica inhumana del modelo neoliberal. Cuando la región cruceña empieza a estar en el crisol de los inversionistas internacionales, es oportuno de ofrecerles condiciones favorables y seguridad, pero prudentemente resistir a insinuaciones que van en contra de los intereses colectivos. ¡Qué nos sirven las ventajas de la globalización!, pero que no seamos jugadores globales fanáticos (“global-players”).

fecha: 2001-07-28 23:42:23
autor: Willi Noack

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