Ayer transformers, hoy ropa barata, y mañana ¿qué?

Autor: Willi Noack

Publicado: El Nuevo Día, 4.11.98
Ayer transformers, hoy ropa barata, y mañana ¿qué?
Willi Noack
El Nuevo Día, 04.11.98

Con argumentos de cuestionable calidad, el lobby de los interesados logró entusiasmar a los Padres de la Patria a decretar la prohibición de importar transformers, lo que perjudica a mucha gente y permite lucrar a muy pocos; los argumentos en pro y contra han sido discutidos ampliamente, también en este espacio, y no serán repetidos, sólo conviene recordarnos que en pro de la prohibición queda el interés de lucro de unos pocos y en contra los intereses de grandes segmentos de la población perjudicada, que no cuenta con un lobby eficiente.

Como era casi de suponer, ahora aparecen los confeccionistas solicitando la prohibición de la llegada de ropa fina usada de los EE.UU., que mucha gente de escasos recursos adquiere a precios accesibles para su flaca economía. Dar curso a la solicitud de los confeccionistas, quienes, al estilo de los importadores de autos de lujo, utilizan “argumentos” pobres y hasta falsos, significaría atentar otra vez contra los intereses de una gran mayoría de la población, quitándole un abastecimiento con productos buenos, de calidad, totalmente servibles y a precios de regalo de Navidad.

Cuando Hernando de Soto, el famoso autor del libro “El otro sendero”, estuvo en Santa Cruz, nos explicó la diferencia entre una economía de mercado, basada en el principio de la competencia, y, por otro lado, el orden económico del mercantilismo (favorecido entonces en el Perú, según de Soto), donde se elimina la competencia y se buscan favores al potentate (el rey Luis XIV en su época).

Estos favores son, por ej., los privilegios exclusivos de la prohibición de importar productos que impiden al amigo del rey lucrarse, pues son productos superiores para el consumidor. La economía de mercado precisa para funcionar la competencia, que siempre se quiere reducir o suspender con muchos instrumentos de carácter proteccionista. Sin competencia, así de tajante, no existe economía de mercado. La prohibición de importar transformers y, si prospera la presión de los confeccionistas, de ropa fina, algo usada, atenta contra el interés de los bolivianos de escasos recursos (¡pero no organizados para defender sus intereses!) y otorga ganancias a los protegidos. ¿Será?

¿Será que el hombre que tenía a duras penas US$ 5.000 para comprar un transformer, puede adquirir un auto flamante que cuesta 3 ó 4 veces más? ¿Será que el campesino que compra ropa barata, esté en condiciones de comprar ropa nueva? En un país pobre hay mucha gente pobre que debe tener las posibilidad de satisfacer sus necesidades con productos y servicios baratos, pues no le queda otra.

Hace poco, hemos conocido resultados de una investigación, constatando que la población de la ciudad de Santa Cruz está compuesta por 1% muy rico, el 4% rico, el 15% bastante bien, el 20% sin mayores problemas económicos, pero el resto, un 60% de la población, tiene un bajo poder adquisitivo.

Los intereses de éstos pobres merecen ser protegidos para evitar injusticias sociales; deben tener acceso a fuentes de abastecimiento con buenos productos a precios bajos. De esta manera, y sólo así, pueden mejorar su consumo, pues aumenta su poder adquisitivo. Así se fortalece la economía social de mercado. Quitar a mucha gente el acceso a productos baratos, es un atentado cruel y, desde un enfoque macro, una especie de sadomasoquismo económico nacional, castigando la población pobre y privándola de tener ventajas.

Galbraith tituló un libro “La sociedad de los contentos”, criticando a la sociedad norteamericana por concentrarse en los ya contentos y hacerles más contentos aún, marginando aún más a los ya marginados. Una sociedad de 40% contentos que olvida al 60% marginados, es una sociedad insostenible en el tiempo, y los procesos de acumulación concentrada abren cada vez más la brecha social, profundizándola.

¡No seamos más papistas que el Papa! Bajo ciertas condiciones de emergencia nacional, causadas por efectos de fuerza mayor (desastres climáticos; crisis asiática), es oportuno contemplar una protección para determinados sectores de la economía, pero de duración limitada. Allí está el problema: de esta manera se creó el proteccionismo del sector agropecuario en la Unión Europea, que se convirtió en un “derecho adquirido” y hoy no hay fuerza política capaz de quitar los privilegios otorgados hace décadas.

Aprovechando los precedentes de los D.S. sobre transformers y (¡ojalá nunca!) de ropa fina usada barata, mañana pueden aparecer otros sectores que a través de su lobby reclamen protección, como una asociación boliviana de productores de papel higiénico, la confederación de industriales farmacéuticos, las editoras y los escritores nacionales de libros, la industria cinematográfica boliviana, todos pidiendo inhibir las importaciones para no sufrir una competencia “desleal” que favorece al consumidor.

fecha: 2002-05-26 02:46:14
autor: Willi Noack

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