Evaluando del progreso

Evaluando del progreso

Autor: Willi Noack

Publicado: El Nuevo Día, 16.12.1998

Al finalizar el año, se estila presentar balances por todos lados, entonces he aquí uno más, con su origen y rescatando la opinión vertida durante una entrevista radial en la cual participé con las siguientes ideas.

Antes de expresar cualquier crítica u observación, es necesario subrayar el hecho de que el país avanzó en sólo pocos años a grandes pasos. Es absolutamente necesario tomar en cuenta que hace diecisiete años, el país todavía tenía un gobierno de facto, que la transición a un gobierno constitucional en 1982 se produjo sin problemas, que el gobierno constitucional del Dr. Siles Zuaso entregó pacíficamente, antes de concluir su gestión, el poder a manos de otro presidente constitucional, y que hasta hoy este proceso de dotarse de gobiernos constitucionales a través elecciones limpias, se ha consolidado, en un lapso tan corto, de manera impresionante. ¡Comparemos pues los “partos” de otras naciones para dar a luz a un Estado moderno, democrático y de derecho! para ver que estos procesos frecuentemente son acompañados por guerras civiles, muertos, heridos y atrocidades inauditas.

Feliz, Bolivia, logra cambios muy elementales e introduce paradigmas totalmente diferentes, y todavía acompañados de continuidad y progreso. Cualquier crítica puntual debe partir de esta sensación que merece admiración, para un pequeño país pobre, del cual se burlaba el viejo mundo por la gran cantidad de presidentes desde su independencia, algunos de ellos solamente horas en el cargo. ¡Qué gran logro que, en sólo dieciséis años de vida democrática tan joven, se pudieron perfeccionar constantemente y paulatinamente las nuevas estructuras, estabilizar los datos de referencia macro-económicas, empezar a participar en los mercados mundiales, reformar por todos lados y lograr estar en algunos campos a la vanguardia en Latinoamérica!

La Bolivia de 1998, comparada con la de antes de octubre de 1982, es un mundo diferente, gracias a la ciudadanía que pacíficamente llevó a cabo los cambios, demostrando una madurez impresionante. Ahora bien, hay fallas, hay problemas, hay corrupción, hay mucho que criticar, es cierto, pero, ¿quién se sorprende de ello en vista a semejantes saltos que el país ha hecho en tan pocos años?

Es fácil de perder de vista el bosque, concentrándose demasiado en los árboles; es necesario concientizarse de que los avances de Bolivia significan cambios que, en muchos casos, se producen con tanta fuerza, celeridad y profundidad, que algunos actores no pueden acompañarlos continuamente; a esto lo llamamos la “inercia social”. La cuestión es que estos actores, estos individuos, se ven obligados a cambiar su mentalidad, que, en parte, es herencia de la época colonial y que ha sido fomentada durante siglos, cuanto menos décadas. Estos esquemas mentales se manifiestan en estilos de vida nunca antes cuestionados (por ejemplo, el rol de la mujer) y que tienen un fuerte impacto en nuestra vida cotidiana.

Desde 1985, Bolivia está viviendo una revolución pacífica, dicen que similar a la del 52, pues el cambio de mentalidades está en plena marcha. El país aguanta tales cambios, que sustituyen convicciones sin derramar sangre. La pugna es la lucha entre mentalidades de ayer con las nuevas. Por supuesto que hay resistencia a los cambios por motivos muy variados, tales como el miedo a la pérdida de poder por la participación de nuevos segmentos sociales en el mismo; miedo a la competencia; miedo al futuro incierto, etc. Otros motivos para rechazar los cambios son actitudes generalizadas, como el asistencialismo, esperando que el Estado, la Iglesia, el patrón resuelvan problemas, inclusive los individuales; el verticalismo al que estamos acostumbrados, en el cual los de arriba mandan y los de abajo esperan, con cierto fatalismo, ser mandados. Es perjudicial una mentalidad del “cortoplacismo”, entendible cuando la inseguridad no permitía hacer planes a medio, mucho menos a largo alcance. Una mentalidad carente de capacidad del autodiagnóstico, de análisis objetivo de las relaciones entre causa y efecto, porque se prefiere echar la culpa por los fracasos a otros, cuando los hechos objetivos desmienten esta mentira piadosa.

Por supuesto que la Bolivia de 1998 enfrenta grandes dificultades en cambiar obsoletas mentalidades y patrones de la acción colectiva que representan una amenaza para la transformación de Bolivia en una sociedad más justa y respetuosa del derecho garantizado. Con leyes no se consigue que el ciudadano se renueve de un día para otro. Los “factores intangibles”, en la jerga moderna el “software”, a los cuales Oscar Serrate atribuye acertadamente el progreso más que a los “factores tangibles”, o sea el “hardware”, están, felizmente, cambiando, y muchos de los actuales problemas socio – económicos y políticos son expresión de que las fuerzas globales del ayer, a veces del Macondo, de la Edad Media o del Alto-Perú, luchen perdiendo contra los conceptos modernos. Así se pueden entender los escándalos que se están produciendo, incluyendo la corrupción,

Hay que tener paciencia y fe y esperanza fundamentada en que se logrará la meta de construir una sociedad democrática, de derecho y de más justicia social, pese a los obstáculos y escándalos que nos molestan. Se están ganando batallas y el proceso es irreversible.

fecha: 2001-07-28 23:42:23
autor: Willi Noack

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