¿Continuar? ¿Renovar? ¿Reformar? ¿Cambiar?

¿Continuar? ¿Renovar? ¿Reformar? ¿Cambiar?

Autor: Willi Noack

Publicado: El Nuevo Día, 27.01.1999

En un acto sereno fue presentado en días pasados, en el acogedor salón de El Deber, el muy importante libro de Juan Carlos Urenda Díaz, titulado “La Descentralización DEFICIENTE” (así, con mayúsculas). El autor descubre las triquiñuelas hábiles para vender gato por liebre, cuando denominaron “descentralización” las reformas al Poder Ejecutivo del Estado, mediante la Ley de Participación Popular y, sobre todo, la “Ley de Descentralización Administrativa”, que tienen graves defectos. Urenda comprueba que la “Descentralización administrativa” (entre comillas), no es más que una desconcentración. Es de suponer y de esperar que el tema va a recuperar vigencia, pues eso es lo que hace falta en vista de que no está concluida la tarea y que actualmente, al parecer, (y en- coincidencia con Martín Rapp, quien reforzó en sus comentarios sobre el tema la amarga crítica de Urenda) existe una cierta resignación generalizada; el tema, evidentemente, no está de moda.

Esta negligencia es inoportuna y es lamentable, pues se registran fuertes tendencias centralistas; para nombrar sólo el proyecto de la Ley Orgánica de Gobiernos Municipales que no está, como debería ser, en la agenda del día de los protagonistas de la descentralización. Probablemente vamos a tener que lamentarnos cuando en poco tiempo más sea promulgada esta ley por no haber prevenido a tiempo. He aquí un tema que no capta la atención y el interés de mucha gente y, por lo tanto, no se presentan decididos defensores, que movilicen al pueblo por la descentralización, -inquietud de la década de los 90 y, hace cinco años, promovida con bombos y platillos- en la actualidad no sólo está estancada, sino claramente en marcha atrás.

La lucha por más descentralización es parte de la lucha por más democracia, y debe continuar.

Esta situación debe alarmar a la población, pues todos nosotros vamos a vernos privados de los efectos de un Estado más eficiente, democrático, justo en lo social, menos corrupto, y otros efectos positivos colaterales.

¿Qué actividades se precisan?

“Continuar”: La Real Academia Española define el verbo “continuar con proseguir lo comenzado”. ¡Ojalá que el libro de Urenda contribuya a hacer tomar conciencia de que lo comenzado no ha terminado!

“Renovar” significa, según la Academia, “dar nueva energía a algo, transformarlo”, y el mensaje claro es que se precisa retomar con nueva. energía la iniciativa y continuar, no resignar, por la CPE vigente que es menos descentralista que la de 1967, que reconoció el Gobierno departamental; lean el libro de Urenda.

Debemos “reformar” lo que significa, según la Academia, “modificar algo por lo general, con la intención de mejorarlo”, que es un imperativo continuo en vista de que el entorno está cambiando permanentemente; conservar y cultivar lo que ha sido identificado favorable para la convivencia democrática, es una herencia irrenunciable, es un compromiso heredado que los actuales líderes tienen para con futuras generaciones. Eso es lo que debemos hacer.

No hace falta cambiar. “Cambiar” significa “convertir en otro, especialmente en lo opuesto o en lo contrario”. Proponer un cambio, sin decirnos qué se propone, es invitar a una aventura inaceptable: lo logrado, por más que sea deficiente en la actualidad, precisa ser mejorado, tratándose de conceptos y paradigmas buenos pero defectuosamente aplicados. Cambiar es la invitación a desechar lo logrado y sin decir en qué consiste la alternativa, eso es demagogia barata; la reforma del Estado es demasiado existencias para dejar el asunto en manos de políticos centralistas o de demagogos populachos, jugando con la esperanza de que “algo” (no se define) sea mejor que lo actual.

Queda una pregunta clave: ¿Quién puede, con nueva energía, liderar la lucha por un Estado reformado? Sea quien sea, queda establecido que este movimiento precisa, sí o sí los medios de comunicación para sensibilizar a la población que el futuro está en la brega. ¿No será que la sociedad civil organizada tiene una obligación de cerrar filas para no permitir que siga siendo excluida, y que el divorcio entre la clase política y la población no se eternice? La consulta cívica del año 1997, ha demostrado la necesidad de reformar la CPE, pero los políticos hacen caso omiso a los reclamos. ¡Tanto distraen los temas actuales del día que una lucha de trascendental importancia no logra captar el compromiso de visionarios líderes, con raras excepciones!

fecha: 2001-07-28 23:42:23
autor: Willi Noack

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