Ser o no ser

Ser o no ser

Autor: Willi Noack

Publicado: El Nuevo Día, 30.06.1999

Ultimamente se acumulan casos extraños que ocupan titulares y páginas enteras en nuestros matutinos sobre corrupciones, estafas, malversaciones y crímenes semejantes. Por principio consagrado en la Constitución Política del Estado, un sospechoso es inocente mientras no esté comprobada su culpa; o sea que prevalece la antigua norma del “in dubio pro reo”.

La denuncia pública de un ciudadano exige dos respuestas, o es culpable para ser castigado, o es inocente para ser indemnizado por daños y perjuicios sufridos por acusaciones sufridas.

Lo que sucede, en nuestros días en un grado altamente alarmante, es que no lo primero, ni tampoco lo segundo, llega al conocimiento público, sembrando desconfianza, cuando, más bien la confianza constituye la base de una convivencia civilizadas

¿Es o no es verdad la acusación?

¿Qué podemos, debemos o queremos opinar si un fiscal, un comunicador social o una víctima denuncia crímenes, difundidos con bombos y platillos pero, habiendo pasado días, o un tiempo, el caso pierde vigencia? A la ciudadanía no 1e queda más que el dicho “donde hay humo, hay fuego”, pues no se aclaran las denuncias, pero cuando, mediante manifestaciones populacheras, un acusado sale “limpio”. Pese a “pruebas” ofrecidas públicamente que demuestran irregularidades, con tanta exactitud que cuesta imaginarse que son productos de mera fantasía.

Como no se resuelven los casos de denuncia de manera transparente y confiable, generando confianza, la opinión pública los interpreta a su manera suponiendo que todos los actores, sin excepción, son cómplices de la delincuencia, sean Fiscales, jueces, testigos o denunciantes. ¿En quién podemos depositar nuestra confianza? Respuesta frustrada de Juan Pueblo: ¡En nadie!

Después de hacerse conocer un caso sensacional en los medios informativos no hay un seguimiento riguroso, con raras excepciones, para hacer conocer los resultados, y la eventual aplicación de leyes o de una indemnización en los casos de denuncias alegres contra inocentes. Pues hay, por un lado, el interés de la colectividad en conocer crímenes, pero, por otro lado, existe el no menos importante derecho del individuo de no ser agredido con calumnias.

Mientras no recibimos claras respuestas a la pregunta pública: ¿Es o no es ladrón?, se fomenta la frustración, la impotencia y la rabia del ciudadano y no avanza la construcción de una sociedad democrática y de derecho. Actualmente, en vista de los acontecimientos de los últimos días, estamos yendo de mal en peor.

fecha: 2001-07-28 23:42:23
autor: Willi Noack

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