Bolivia en el contexto del capitalismo globalizado

Bolivia en el contexto del capitalismo globalizado

Autor: Willi Noack

Publicado: El Nuevo Día, 04.08.1999

Este capítulo de análisis que hemos realizado en artículos anteriores de esta columna es el más complicado y espinoso. Un hecho marca la diferencia con muchos otros países en vías de desarrollo: somos un país que poco participa en los acontecimientos mundiales, estamos en un “nicho”. No recibimos los grandes capitales especulativos, casi no hay joint-ventures, no tenemos fuertes actividades de empresas transnacionales, no tenemos una moneda nacional sobrevaluada, tampoco una bolsa importante que inviten a un señor Soros a especular, y pocas empresas nacionales participan en el comercio internacional combatido. No tenemos pulmonía cuando el vecino poderoso tiene un resfrío. Sí, nos afectan las crisis de los otros países, a algunos sectores más que a otros, y se desacelera nuestra economía, pero no entramos en un colapso económico nacional por este motivo. Nuestros problemas son en gran medida hechos en casa.

A veces me parece que la globalización sucede allá afuera, lejos, pues los cambios que se producen en la gran mayoría de nuestra población son insignificantes en comparación con la celeridad con la cual las poblaciones de otros países forzosa y mayoritariamente cambian. No recibimos las maravillas de la globalización pero tampoco somos tan vulnerables como ellos.

Hay sectores que responden activamente a los retos de la competencia pero son todavía contados. Dudo que la idiosincrasia mayoritaria nuestra sea muy favorable para el capitalismo desencadenado, por no existir esta exagerada ambición de superación. Admiro la capacidad boliviana de improvisación y adaptación. Lo que consideramos muy necesario es cuidar la participación equitativa de todos en los progresos, evitar la pobreza del Estado, el cual, por la evasión tributario, el contrabando, la corrupción, no recauda su tajada de las ganancias empresariales para ejecutar inversiones productivas en infraestructura, apoyo a la producción y promoción económica, buscando más eficiencia de la inversión pública.

Hay que responder a los retos de la competencia y reformar los contenidos de la educación, para estar mejor preparado cuando nos toque defendernos en este mundo de la inclemente competencia que parece a años de luz, lejos de aquí, pero nos espera cuando queremos participar en el baile de la globalización.

Debemos procurar la paz social, con repartición de cuotas en las ganancias, pues la guerra social cuesta más caro. Debemos actuar con solidaridad. Las superintendencias deben controlar a los monopolios. Pero la corrupción pone en riesgo estos objetivos.

Hay que fomentar el turismo receptivo para que vengan a Bolivia las víctimas de la globalización, encontrando un paraíso subdesarrollado, pero sobre rieles, feliz, donde pueden aprender que no todo lo que aumenta nuestra felicidad se mide en dólares, o está en venta.

Digo que este capítulo es espinoso, y me imagino que a unos o muchos no comparten esta evaluación, pero reclamo la experiencia de haber sufrido la crisis verdadera en Alemania después de la guerra, y por haber convivido en Bolivia la crisis de los años 83-85; hasta la peor crisis boliviana era inocua en términos comparativos. Acostumbrada a contar con poca riqueza material, Bolivia tiene la capacidad de acomodarse a la crisis, que significa tener algo menos; o a la buena marcha del país cuando se tiene algo más. Bolivia no tiene, aunque se lo repita erróneamente, un orden neoliberal, es decir un capitalismo inhumano; tiene más bien una economía social de mercado, por incorporar en sus leyes y políticas al hombre como sujeto y objeto. Hay que cuidarlo, sin oponerse a ciertos cambios imprescindibles para lograr una mayor competitividad.

fecha: 2001-07-28 23:42:23
autor: Willi Noack

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