Ojalá

Ojalá

Autor: Willi Noack

Publicado: El Nuevo Día, 22.09.99

El tema de las elecciones municipales es hoy el más vigente y fue acertadamente tratado en su artículo dominical por el Presidente del Comité pro Santa Cruz; quiero complementar sus afirmaciones y reflexiones en estos carriles.

El proceso consta de dos pasos principales; primero recibir de los diferentes candidatos su oferta electoral y, segundo, emitir el voto. Vamos por parte.

Primer paso: La oferta electoral. Cada candidato tiene su percepción de la realidad que vivimos, su propia evaluación de las potencialidades con que contamos y, sobre todo, una noción personal de los problemas que enfrentamos. Además, cada candidato tiene su visión particular del futuro, o sea, cómo propone que Santa Cruz, después de cinco años de gestión, debe presentarse, y, por supuesto, cómo ha mejorado. Una seria duda consiste en el grado de importancia que asigna un candidato a los reclamos de las bases, que, por Ley, tienen el derecho de identificar y priorizar sus necesidades. Esta norma involucra la tentación de orientar la oferta electoral en el populacho, mayoritariamente aplaudida, en desmedro de una oferta visionaria, apta para subsanar causas de fondo de los actuales problemas de nuestra ciudad que hoy, con un millón de habitantes, ha llegado a su límite de funcionamiento y que, quizás, tendrá 1.400.000 habitantes, finalizando la gestión. ¿Será que programas populacheros sirven para enfrentar esta amenaza? Si un candidato nos pinta su visión, debe explicarnos cómo, y con qué estrategia quiere lograr sus objetivos y, sobre todo, cómo pretende financiar sus programas; cómo pretende asignar los siempre escasos recursos financieros disponibles, a qué inversiones públicas y en qué orden de prioridad.

Este tipo de oferta electoral exigimos a todos los candidatos. Los medios de comunicación deben ayudarnos a interpretar las diferentes ofertas en vez de conformarse comunicándonos detalles insignificantes, sin embargo útiles, para aumentar su mercado al estilo de un periodismo político amarilla. Necesitamos conocer las propuestas viables, factibles, realistas, visionarias. No queremos un circo político, un “show proselitista”, pues no se trata de elegir una reina del carnaval.

Segundo paso: Emitir el voto.

Lo ideal será que el derecho de emitir el voto esté condicionado a una prueba de suficiencia en cuanto al conocimiento y entendimiento de las distintas ofertas electorales, léase: no conocer sólo el currículum vitae de cada candidato (sus logros, sus escándalos, mucho menos el color de sus ojos), más bien las propuestas concretas que el candidato se compromete a ejecutar su fuera elegido. Es más, debemos mirar a un candidato como a un gerente de una gran empresa de servicios que mueve 110 millones de dólares anualmente. Si una empresa privada de esta semejante importancia busca a un gerente general, presenta un largo catálogo de prerrequisitos que debe cumplir un candidato, entre ellos formación, habilidades, experiencia, cualidades morales, visión. Difícil imaginarse que tener carisma o el don de actor populachero sea suficiente para calificarse. El ciudadano debe comparar, evaluando la credibilidad, las ofertas con criterio escéptico. El ciudadano debe demostrar madurez democrática en rechazar la demagogia, en sus variadas manifestaciones, sea el regalito (antes, los dos litros de “jumechi”); hoy, la sofisticada campaña seductiva de regalar “perlas de vidrio” para conseguir votos, donde el engaño no se detecta a primera vista. Nuestro voto merece aquel candidato que, además, será acompañado por la mejor planta burocrática, conformada por servidores públicos capaces y no por amigos y militantes pintaparedes. El ciudadano debe considerar la eficiencia administrativa del equipo que será convocado por el candidato. El candidato honesto dice verdades al elector, recordándole sus obligaciones. Antes de preguntarse qué puede hacer el Estado para mi, el ciudadano debería preguntarse qué puedo hacer yo para el Estado (John F. Kennedy).

Un proverbio yugoslavo sabe que un pescado empieza a oler desde la cabeza. No es exagerado decir que esta elección municipal es trascendental, pues de nuestros futuros líderes de la “res pública” depende si subimos al tren del progreso o si nos quedamos atrasados, corriendo el serio riesgo de tener que cambiar el nombre de nuestra ciudad en “Santa Cruz de la mediocridad”. Ojalá que los candidatos y los electores sean conscientes de su mutua responsabilidad; ojalá que Santa Cruz de la Sierra siga en su camino exitoso.

fecha: 2001-07-28 23:42:23
autor: Willi Noack

Editor: Willi Noack | Administración Técnica: Jose Carlos Choque Y. | Creatica Ltda.