Entre la espada y la pared

Entre la espada y la pared

Autor: Willi Noack

Publicado: El Nuevo Día, 20.10.99

I. El capitalismo mundializado establece sus exigencias para triunfar. Los ganadores son los mejores, quienes tienen la mejor oferta, y es la más barata, para una calidad igual y con idénticos riesgos bajos; en fin, con “ceteris paribus”. La mejor oferta identifica aquel lugar donde el inversionista encuentra las mejores condiciones para maximizar sus ganancias, satisfaciendo sus demás condiciones “ceteris paribus”. Las ganancias dependen en gran medida del costo de mano de obra, pero también de los impuestos reales, de la equidad en la distribución de la ganancia entre el capital y los trabajadores, meta de libres sindicatos con derechos constitucionales (de preferencia oprimidos o débiles), de las leyes que norman el trabajo, del rigor en tener que obedecer normas conservadores del medio ambiente, del potencial adquisitivo del país o de la región, y de otros factores más.

En los últimos 30 años, se ha producido un verdadero campeonato entre muchos países, principalmente de Asia, para conquistar al inversionista internacional, esforzándose con ahínco en ganarse sus simpatías, cediendo a las exigencias del capital por la esperanza que este cambalache permita al país lograr un desarrollo económico y emerger de la pobreza.

Este campeonato tiene como ganadores países emergentes, y como perdedores ciertos sectores en países que consecuentemente perdieron sus actividades tradicionales. En este campeonato participará pronto China, con una creciente fuerza, con sus 1200 millones de habitantes, país en el cual Deng Xiaoping, en 1978, promulgó el lema del “hacerse rico trae suerte”, abriendo su país al capitalismo sui generis, pues sigue mandando la dictadura del partido comunista, garantizando con crueldad una disciplina total, restringiendo las libertades personales. Un trabajador especializado que trabaja para la fábrica de aviones Boeing gana en EE.UU. unos 45.000 US$ anualmente; el mismo trabajo hace su colega chino, con igual resultados, por sólo 700 US$, también anuales; por supuesto con consecuencias negativas para la demanda mundial, reduciéndose su poder adquisitivo.

El resultado es un mundo donde estructuras tradicionales han desaparecido y siguen desapareciendo, y la gente está sujeta a adaptarse, pero muchas veces no encuentran trabajo, pues su trabajo ahora hace otra gente, cobrando una fracción de lo que costó.

II. Estos cambios estructurales provocan repudio y fuertes resistencias entre las víctimas, que se manifiestan en estados democráticos con señales claras y de diferentes grados de violencia. Los ciudadanos rechazan los cambios estructurales y exigen a sus gobiernos una firme protección, a veces con éxito, por Ej. el consorcio europeo que construye el avión AIRBUS; y ni hablar del sector agro en los EE.UU., en la E.U. y en el Japón. Las herramientas o armas del intervencionismo proteccionista consisten en aranceles, subvenciones, trabas a las importaciones, incluyendo garantías para las conquistas sociales y, a veces, incluyendo también la defensa de valores culturales y del medio ambiente. Un gobierno consiente de estos justos reclamos de sus ciudadanos pierde, por supuesto, en el mencionado campeonato, y el capital escoge, por supuesto, un otro país más dócil en aceptar las condiciones del capital.

Este dilema se puede observar desde hace unos 30 años, y este dilema está hoy por hoy en la agenda política de la mayoría de los países, actualmente con énfasis en Alemania.

Bolivia no está exenta de esta controversia que se agudizará cuando más y más sectores sentirán más fuerte aún que en la actualidad la presión de la competencia de los mejores campeones mundiales, y los gobiernos de turno recibirán las crecientes presiones de estos sectores que reclamarán el intervencionismo para defenderlos.

III. ¿Qué salida tiene y tendrá Bolivia? He aquí algunas ideas, nada nuevas, pero conviene recordarse:

· Organizarse entre empresas para incrementar la competitividad a través de la sinergia, con fusiones, organizaciones de comercialización, organizaciones gremiales para brindar servicios.

· Actuar con celeridad, sabiendo que en este mundo del capitalismo salvaje los veloces se comen a los lerdos y no, como antes, siempre los grandes a los pequeños.

· Utilizar conocimientos mundiales disponibles para incrementar la productividad y la competitividad.

· Identificar los nichos de mercado donde Bolivia tiene una cierta exclusividad (competitividad comparativa), escapando de la competencia de los mejores.

· Enterrar sueños irreales, el espejismo, el autoengaño y la autosuficiencia regional; nuestra actual atractividad todavía no es lo suficiente “sexy” para que el capital internacional aterrice aquí.

· Distinguir si el Estado interviene (en vano) para impedir cambios estructurales ineludibles, o si interviene (temporalmente) para ayudar en una crisis pasajera coyuntural (el azúcar, ¿representa un problema estructural o coyuntural?).

· Hay que consensuar, mayoritariamente, si (y en qué grado) buscamos con regalos captar al inversionista internacional, “vendiendo el patrimonio nacional” como dicen algunos, quienes, tal vez, prefieran quedarse sentados sobre el trono de oro. (Quizás no sea totalmente negativo no convertirse en un tigrecillo, quién lo sabe)

La búsqueda de más soluciones debe preceder a las demás preocupaciones de muchos líderes.

IV. Fin: Sea como fuere, este dilema de países democráticos seguirá y se convertirá en una crisis perpetua, donde los gobiernos enfrentarán a sus votantes desmoralizados y hostiles por no ser defendidos. Por lo tanto, persiste el peligro que las presiones mundiales de los mejores competidores hacen buscar soluciones que se enmarcarán en un proteccionismo nacionalista reaccionario, el cual se justificará con argumentos de tipo racista y cultural.

fecha: 2001-07-28 23:42:23
autor: Willi Noack

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