Un alegato necesario

Un alegato necesario

Autor: Willi Noack

Publicado: El Nuevo Día , 10.01.2001

Libros como los de Alcides Argüedas “Pueblo enfermo”, 1909, o el “Manual del perfecto idiota latinoamericano” de Vargas Llosa hijo, et al., o aquel con el título “El subdesarrollo está en la mente” de Lawrence E. Harrison, no son populares, pues incomodan con su polémica provocación de analizar las causas de fondo.

Más simpatía encuentran teorías como la de CEPAL, en la década de los 70, con su tesis de la dependencia absoluta, y muy “populachero” es Eduardo Galeano con sus “Venas abiertas”.

Hoy, con creces, es muy popular argumentar contra la democracia y el libre mercado, con una miopía, que quiere ver sólo lo que conviene.

Es tan cómodo atribuir resultados no satisfactorios a factores externos, fuera de nuestra responsabilidad, al estilo de nuestra omniculpable mediterraneidad, pues evita que tengamos que admitir que la misma democracia y el orden de la economía social de mercado existen en muchos países, donde permiten alcanzar prosperidad y garantizan, ¡allá!, una convivencia pacífica, como se logra en ningún otro orden socioeconómico y político experimentado, por tratarse del menos defectuoso sistema de los conocidos.

A la preferencia acostumbrada de echar la culpa de nuestro “performance” pobre en materia de desarrollo al sistema satanizado, se suma la insuficiente comprensión sólida y estudiada del mismo; hasta algunos ilustres comentaristas (acabo de leer un artículo con esta óptica aquí observada) no entienden su funcionamiento y las condiciones imprescindibles, para que no funcione este orden. No existe conocimiento sólido, pero no obstante, se lo critica elocuentemente. Y ahí está nuestro problema y es que leemos y creemos, sin tener un criterio formado, lo que nos gusta leer: que el “fracaso del sistema” se debe a fallas sistémicas, por supuesto todas ajenas a nuestra responsabilidad propia.

¡Falsa esta denuncia, si bien cómoda y confortable!

Democracia y libertad individual en el accionar económico son formas organizacionales que postulan que los actores sociales cumplan ciertos niveles ineludibles de comportamiento en al acatamiento de la “regla de juego”, lo que no se da en nuestra realidad y, por lo tanto, no logramos resultados favorables como en aquellos países, donde sí se respetan las normas, o sea, donde la democracia y la economía social de mercado han contribuido a alcanzar altos niveles de vida para la mayoría de la población.

Que el orden capitalista favorece y fomenta el egoísmo y el materialismo, ¡quien lo va a negar!, y en estos carriles vamos acusándolo. Que “el sistema” es susceptible a que en nombre de la libertad ésta se convierte en libertinaje y que el aprovechamiento individual tiende a ir en desmedro de las necesidades colectivas, ¡ni el más arduo defensor del sistema lo va a negar!, y lo estamos denunciando.

Nuestro problema no es el modelo en sí, sino su deficiente implementación y su mal manejo al estilo criollo. Un ejemplo, sólo un ejemplo: el modelo quiere que el individuo busque el éxito económico, pues esta ambición es el motor más poderoso del progreso. Pero no de cualquier manera. Se deben respetar, en este afán, las leyes que norman y tratan de garantizar la libertad, castigando el libertinaje. ¡Que el exitoso sea rico, pues genera fuentes de trabajo!, pero, que pague impuestos, que respete el abanico de leyes que han sido diseñadas para controlar la ambición individual, y obligar a contribuir a los intereses colectivos.

Perdón, no es el sistema, es el manejo pervertido del mismo que causa los resultados frustrantes.

fecha: 2001-07-28 23:42:23
autor: Willi Noack

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