No más sueños

No más sueños

Autor: Willi Noack

Publicado: El Nuevo Día, 19.04.2001

La semana pasada hablé en esta columna de la necesidad de obligar a cambiar comportamientos sociales mediante una presión sana, por ejemplo, condicionando el goce de servicios del Estado con el cumplimiento de deberes ciudadanos, de manera recíproca. He aquí algunas ideas más sobre el particular. La situación tensa que vive actualmente el país, se debe en parte a una frustración y rebelión de grandes contingentes de la población que están excluidas del progreso y cuestionan nuestro modelo económico social que permite tanta injusticia social. La riqueza se concentra en pocos, quizás el 5%, de los bolivianos, mientras la masa vive en pobreza e indigencia. No se conoce a ciencia cierta la distribución del PIB, y el dato referente del PIB per cápita es un engaño. El tamaño del PIB generado por el narcotráfico es un misterio, peor su “distribución”. ¿En qué grado se debe la escasez de circulante a la disminución de los narcodólares, en años pasados estimado en 600 millones de dólares anualmente? El PIB generado por los sectores informales no está registrado; quizás, este se distribuye con equidad. Es horroroso que a 1000 millones asciende, lamentablemente, la evasión tributaria y arancelaria, la octava parte del PIB nacional oficialmente registrado. Todo eso es dinamita social, y debe mejorar con urgencia; caso contrario, el país reventará. El rechazo de un modelo que permite semejante brecha entre los ricos y los pobres puede generalizarse. Aclaración necesaria: La culpa no es del modelo, sino su aplicación defectuosa e inconsecuente. La paz social cuesta caro, pero la guerra social cuesta más caro aún, lo cual deben entender los privilegiados, dejando de ser miopes en su egoísmo. La sociedad necesita solidaridad, previniendo que los abusivos aprovechen de ella; construir una red social no significa tejer una hamaca para los flojos.

Estoy percibiendo que la discusión pública sobre el tema frecuentemente es hipócrita y engañadora, pues los hechos no guardan relación con los dichos. No es verdad que no haya remedio contra el cáncer social, que es la pobreza, y creo que muchos o todos sabemos lo que hace falta: curar las causas y no los efectos o síntomas. Una de las causas es la impunidad de los actos criminales. Falta de la verdadera carrera del servidor público, quien debe temer ser castigado por actos de corrupción o promovido en virtud de un desempeño eficiente y honrado, cuidar su cargo público. Este funcionario del Estado es el pivote de la lucha contra la corrupción.

Acatar leyes no es cuestión de genes, si no del miedo por sanciones drásticas que se aplican imparcialmente al desobediente. Eso vale en todos los ámbitos que actualmente son caóticos, sea el tráfico vehicular, la suciedad urbana, el deterioro de bienes públicos y del medio ambiente, la evasión, el contrabando, etc.

Además que el Estado boliviano no exige mucho al ciudadano, en comparación con países del “Primer Mundo”. De un ingreso bruto de un marco alemán pagué en tributos, a regañadientes, 56 Pfennige al Estado. Allá la tajada del Estado es tan alto que una aversión por pagar tributos se sobreentiende, y el deseo de evadir el pago es grande, pero, mediante castigos rigurosos, el Estado controla imparcialmente las inclinaciones ilícitas de sus tributarios. Dicen que nos falta educación. Sospecho que se utiliza hábilmente este argumento, en este contexto, como excusa barata para justificar la omisión de hacer lo necesario, a sabiendas de que educación es un proceso lento. ¿Y mientras tanto?

Bolivia necesita muchos empresarios exitosos en sus negocios internacionales, que ganan muy bien, crean empresas competitivas, haciéndose muy ricos, comprando mansiones y, si les gusta, una flota de autos de lujo. Bolivia sólo les exige que pagan sus impuestos, su catastro, su tasa al rodado, etc., pues el Estado reformado (sin corruptos) invertirá estas recaudaciones en obras sociales, cumpliendo, por fin, su función “redistribuidora en lo social”, como lo estipula el PGDES.

Si no hay voluntad política en el país para reformar y subsanar causas primordiales, la comunidad internacional debería ejercer una presión sana: como ejemplo actual, condicionar la condonación de la deuda externa a la realización de reformas estructurales que tienden a lograr consolidar una “economía social de mercado”, absteniéndonos de difamar este condicionamiento como “injerencia” o “atentado contra la soberanía”. Cualquier banquero condiciona su otorgación de créditos. La tarea hercúlea de corregir las causas de la corrupción se logrará, quizás, solamente con la injerencia de los acreedores y con el apoyo de esos aliados estratégicos que son los excluidos sociales, como grupos meta de los beneficios de la condonación. Aprieta el tiempo, pues ya se escuchan algunos ilustres conciudadanos declarando que no van a pagar impuestos mientras Dn. Johnny no paga, pretexto bienvenido que debilita al Estado aún más.

Hace falta idear nuevos métodos cuando fracasan los tradicionales. Las contadas autoridades que luchan contra ese cáncer social merecen el masivo apoyo público; un policía de tránsito que no permite abusos, sea quien fuese el infractor merece un monumento.

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fecha: 2001-07-28 23:42:23
autor: Willi Noack

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